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¡Ella quiere que la miren!

Cómo la adicción de mi novia reinventó mi sexualidad

¿Follar en público? Nunca me lo hubiera imaginado hasta que conocí a una mujer que me llevó a descubrir nuevos horizontes eróticos, donde el público puede ser la guinda sobre el pastel de las emociones.

 

Escrito por Sara Passion basado en las experiencias de un usuario de JOYclub.

La Bella Durmiente se despierta

En nuestras cabezas estamos los dos solos, Jessica y yo solos en un viejo sofá. Ha despojado su cuerpo de su body rojo y me siento aliviado cuando mi polla finalmente desaparece dentro de ella. Nada podría sacarme de esta excitante situación, ni siquiera los cinco pares de ojos que nos miran de cerca y observan cada uno de nuestros movimientos desde la penumbra de la habitación.

Cuando mi cerebro estuvo listo para procesar las miradas, me puse un poco más cachondo.

Si alguien me hubiera dicho unos meses antes de esta noche de septiembre de 2018, que me resultaría excitante follar con mi novia ante las miradas de los demás, habría pensado que era un chiflado. Había experimentado con el sexo antes (juegos de roles, esclavitud, Tantra... de vez en cuando surgían nuevos retos), pero solo para probar y sin ponerle demasiado entusiasmo.

Cuando conocí a Jessica, mi horizonte sexual se circunscribía a solo dos personas en una habitación. Incluso el trío, con el que supuestamente todos los hombres fantaseamos, era solo, en el mejor de los casos, una bonita imagen para masturbarme. La intimidad con una única mujer a la que deseaba me era suficiente y no necesitaba más.

¿Por qué, de todas las personas, fue justamente Jessica que me hizo dar un giro a esta situación? Probablemente porque ella descubrió esta nueva aventura de forma mucho más ingenua que yo. Jessica había vivido en pareja con su mejor amigo de la infancia durante media eternidad y su sexualidad con él había sido de lo más convencional. Había muchas cosas que nunca había probado antes, ni siquiera una simple visita a una sauna liberal.

El deseo de ser observado durante el sexo es tan antiguo como la humanidad misma.
El deseo de ser observado durante el sexo es tan antiguo como la humanidad misma.
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Cuando en nuestra tercera cita la llevé a una sauna liberal, sentí despertarme de un sueño profundo. Recuerdo cómo desapareció en la zona de las taquillas vestida con su suéter sobredimensionado y unos leggings lisos, y como salió totalmente desnuda. Me quedé pasmado al ver su cuerpo por primera vez. Era espectacular: grandes pechos, nalgas en su justa medida, piel estirada y esas largas y delgadas piernas.

Por supuesto, no era el único en darse cuenta de eso. He estado a menudo en una sauna liberal con mujeres atractivas cuyos cuerpos obviamente excitaban también a los demás hombres, pero ninguno de ellos se había impresionado tanto, porque todas ellas se tapaban con sus albornoces inmediatamente después de la sauna. En cambio Jessica, que había tenido sexo con un solo hombre antes que yo, primero registró el interés de su audiencia con asombro, luego con deleite y, finalmente, comenzó a disfrutar de la situación.

Esa noche, nadie se fue tan a menudo a la terraza para refrescar su cuerpo desnudo ni enseñó en la barra del bar su perfecto trasero de forma tan provocativa como ella. Os puedo asegurar que no sólo yo sentí el deseo de poseerla.

Desde el escenario a los arbustos

El lado exhibicionista de Jessica se expandió como una ola que crece lentamente, que te lleva con suavidad y con siempre más intensidad. Después de esa noche en la sauna buscó más y más oportunidades para estar desnuda en público. Puesto que era verano y con muchas zonas nudistas en nuestra región, decidimos pasar nuestros momentos de libertad en estos lugares. He de reconocer que al principio pensé que Jessica simplemente era narcisista, ya que disfrutaba mucho de las miradas de los demás.

Pero una tarde, después de una de sus "puestas en escena" (así llamé a su pavoneo desnudo junto al agua) me agarró el pene. Claramente, el público le había excitado.

Me susurró que se iba detrás de los arbustos. "Sígueme", –me dijo. "Quiero hacerte el amor ahora mismo". Dudé. Era una situación demasiado atrevida para mi. Pero como la mayoría de los bañistas se iban por la tormenta que se avecinaba, me encontré de repente frente a ella y nuestra follada fue tan cargada y tormentosa que no pudimos parar en lo que quedaba de fin de semana.

Siguió así todo el verano. A Jessica no solo le gustaba tomar el sol desnuda y enseñar sus intimidades, como su afeitado montículo de Venus. Llegó mucho más lejos y de forma mucho más atrevida cuando lo hicimos en un lugar donde teóricamente podríamos haber sido descubiertos en cualquier momento.

Abre tu abrigo

Creo que fue precisamente porque estábamos evolucionando lentamente que fue tan fácil para mí dejar mi zona de confort. Antes de Jessica, me había acostando con varias amigas en mi cuarto. Les había gustado mucho… y a mi también me gustó. Ahora incluso me dejo seducir en mi terraza, aunque cualquiera que mirara por la ventana diagonalmente opuesta nos habría sorprendido sin demasiado esfuerzo.

Una vez estábamos sentados en la última fila de un cine en un espectáculo nocturno relativamente vacío y ella desabrochó casualmente el botón de su abrigo. Ingenuo, pensé que tenía calor.

Sólo cuando se giró hacia mí con el abrigo abierto vi que no llevaba nada por debajo. Ni siquiera las bragas. Me quedé muy sorprendido, pero luego me dio mucho morbo.

Otras manos

Lo que me emocionó mucho de Jessica fue que pude ser testigo de su evolución. De ser una chica relativamente inocente y reservada pasó a ser una mujer de mente sexualmente muy abierta. Vi, sentí y experimenté cómo se descubrió a sí misma y a su cuerpo por primera vez. Cómo siguió intuitivamente su lujuria sin darle muchas vueltas. Todo lo que hizo parecía tan natural.

Cuando me sugirió que asistiera a una fiesta privada de sexo en grupo, donde asistiría una de sus amigas, me agobié un poco. Probablemente porque tenía ideas equivocadas. Tenía miedo de que perdiéramos nuestra exclusividad, lo que hacía que el sexo intenso e íntimo entre nosotros fuera tan especial. "No quiero tener nada con nadie en la fiesta", –dije. "Sólo tú y yo". Y así fue exactamente como sucedió. Éramos una de las dos parejas que tenían sexo en la misma habitación pero sin contacto físico y con mucha distancia entre nosotros.

Ya sea en la sauna, en una fiesta o en un espacio público, siempre dimos un paso más allá.
Ya sea en la sauna, en una fiesta o en un espacio público, siempre dimos un paso más allá.
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Me di cuenta entonces de que estaba experimentando un cierto morbo cuando la otra pareja nos miraban haciendo sexo. Fue tal la excitación que, algunos meses después, nos atrevimos a abandonar la seguridad íntima de una habitación. Ahora estamos justo en medio de la acción con manos extrañas que acarician nuestros brazos y piernas mientras ella y yo follamos juntos.

Eso era todo lo que permitíamos. Nuestra relación sexual seguía siendo exclusiva. Hacerlo en público era como un amplificador de nuestra lujuria con una audiencia que a veces se quedaba de pie o a un metro de distancia viendo como Jessica y yo nos persiguiéramos apasionadamente; por ejemplo, cuando la até desnuda a un poste y luego la lamí hasta que se corrió.

A veces elegía un par de ojos de entre todos los que me rodeaban. Los fijaba con mi mirada mientras Jessica y yo teníamos sexo. A veces solo la miraba a ella y disfrutaba como las manos de los demás la tocaban.

Hace más de un año que Jessica y yo no estamos juntos. Lo cual está muy bien, porque fuimos muy desagradables el uno con el otro. Por extraño que pueda parecer, no estábamos en la misma onda y no estábamos tan enamorados como creíamos. Pero, desde entonces, mi vida sexual nunca ha sido la misma. Me gusta mucho tener relaciones delante de la gente, tanto es así que en verano difruto mucho del sexo al aire libre.

Por ejemplo, con mi última aventura, tras una larga noche de fiesta acepté espontáneamente que un amigo suyo participase. Lo hice simplemente porque mi estado de ánimo era el adecuado y no me pareció extraño en ese momento. A través de la experiencia con Jessica me di cuenta de que los límites sexuales se propagan mejor cuando no planeas nada y te dejas llevar. Eso sí, si lo haces con la persona adecuada.

 

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