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Sexo y ansiedad

Cuando el deseo se reprime porque hay malestar emocional

La ansiedad generalizada es como un nubarrón que se aferra a tu cabeza y no te deja ni ver, ni pensar, ni sentir con claridad durante los días que dure la borrasca. A cada persona le afecta de una forma diferente. A mí, concretamente, este nubarrón suele llegar para recordarme que no soy suficiente, que nadie me quiere, y que todo lo hago mal.

Por Perra de Satán

Supongo que no hay que hacer un gran esfuerzo para entender que, si me creo las palabras del nubarrón a pies juntillas, durante los días en los que la ansiedad me ataca con más fuerza no estoy para nada ni para nadie.

Sin embargo, cuando no tengo ansiedad soy una persona muy proactiva, muy sociable y muy sexual. Me gusta estar con gente, conocer personas nuevas, y experimentar en mis relaciones sexuales. Y como no tengo pareja y hace tiempo que no tengo una relación cerrada, no hay nada que me apasione más en este momento de mi vida que desarrollar mi sexualidad junto a diferentes personas, pues con cada una de ellas exploro y conozco diferentes partes de mí. Y de ellos, claro. Pero esto solo ocurre cuando no tengo ansiedad.

Entenderme con ansiedad

El sexo es placer. Y cuando el nubarrón ansioso está sobre mí, me torturo con cualquier aspecto negativo que se me venga a la cabeza y me castigo convenciéndome de que no soy merecedora de nada bueno. Por eso, cuando estoy pasando por una etapa de ansiedad, "no me permito" tener un buen sexo. No me atrevo a estar cómoda con otras personas (porque no lo estoy conmigo misma), y, en ocasiones, ni siquiera "me dejo" masturbarme.

Esto provocaba un gran conflicto en mí, puesto que, como he dicho anteriormente, soy una persona muy sexual. Querer y no permitírmelo, desearlo y no atreverme, solo elevaba mi ansiedad y me lo ponía más difícil. Yo misma me convertía en mi propia carcelera y desatendía mis necesidades a la vez que reprimía aquello que realmente me apetecía.

Salir de este círculo vicioso me costó años de autoconocimiento, compasión y valor para enfrentarme a mí misma, o, mejor dicho, a mi nubarrón. La clave, para mí, fue cambiar mi forma de entender y practicar el sexo.

Durante muchos años me había impuesto "la castidad" como única salida cuando se me llenaban de nubarrones los pensamientos. Porque tenía muy asumido el mito de que en el sexo hay que darlo todo, hay que estar a la altura. Para poder disfrutar de mi sexualidad libremente, incluso cuando estaba en mis peores momentos de ansiedad, tuve que entender que el sexo no es la hora del examen, sino la del recreo. Que una relación sexual no se lleva a cabo para ponerme a prueba, sino porque me apetece, me divierte y me relaja.

Ahí estaba la clave:

Sexo y ansiedad

El sexo relaja, el orgasmo libera tensiones; tocar y ser tocada, besar y ser besada, chupar y ser chupada… el sexo podía ser, en mi caso, un camino ideal para canalizar mis presiones, soltarme, relajarme, dejarme llevar y, por supuesto, pasar un buen rato.


Placer y ansiedad

Otra de las lecciones que aprendí en mi proceso de convertir el sexo en un aliado para mi ansiedad generalizada es que no se puede considerar "relación sexual" exclusivamente a la práctica de la penetración. Que el sexo es mucho más que nos miramos, nos tocamos, nos besamos, nos desnudamos, me penetran, y todo termina cuando el chico eyacula. De hecho, el primer paso que di para tener unas relaciones satisfactorias incluso con ansiedad fue reconciliarme conmigo misma y con la forma en la que yo me proporcionaba placer. Es decir, empecé masturbándome a solas. Porque cuando hay miedos e inseguridades todo es más fácil si nadie te está mirando.

La masturbación es una práctica sexual cargada de beneficios. Entre ellos, alivia el estrés y ayuda a dormir mejor, además de mejorar el estado de ánimo. En otras palabras, masturbarse es medicina para la ansiedad.

Pero también tenía que conseguir "permitirme" mantener relaciones sexuales con otras personas, algo que, tampoco voy a engañar a nadie, no fue fácil. La clave, para mí, además de deconstruir la idea de sexo como penetración, fue estar con personas a las que conocía bien y me generaban mucha confianza. De esta manera, me sentía segura si tenía que comunicarles lo que me estaba pasando, o si necesitaba parar.

Fundamentalmente, darme tiempo, tener paciencia, no juzgarme, apoyarme en personas de confianza, ir comprobando que el placer nunca puede hacerme ningún daño, e ir convenciéndome de que, me pase lo que me pase, merezco sentir placer.


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