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Teletrabajo y masturbación

Y… ¡no nos dejes caer en la tentación!

No estoy hecho para el teletrabajo. Esto depende un poco de mí y mucho de mi trabajo: ¿Cómo puede, alguien que está involucrado profesionalmente en el tema del erotismo, teletrabajar en su casa sin bajarse los pantalones cada nueve minutos? Una historia muy tormentosa.

Por Alex Todorov

La coacción del teletrabajo

Unas bonitas nalgas se me aparecen en la pantalla, en la sección de fotos lista para su uso, sacándome de toda la seriedad que requiere mi trabajo en casa. Cualquier hombre se “emocionaría” fácilmente con estas vistas ̶ paso a otra pantalla e intento distraerme con un frío cálculo presupuestario. Por lo menos, éstos no tienen nalgas. Son solo líneas sobrias, patrones estrictos, datos. Pero es inútil. Vuelvo rápidamente a la pantalla de las nalgas.

El teletrabajo. ¡Vaya invento!

Pero ahora no hay otra alternativa. Es casi irónico que una epidemia de virus me ponga en una situación laboral en la que esté obsesionado con mi entrepierna. La oficina es un ambiente regulador y sentenciosamente no erótico donde no hay cabida para pensamientos morbosos. Pero en el despacho de mi casa se me presentan de forma muy evidente.

Estoy pensando en ponerme un cinturón de castidad y entregar la llave al departamento de personal.

Parte de mi trabajo en JOYclub es buscar fotos “interesantes” para ornamentar los artículos de nuestro blog y, por este motivo, busco temas en foros y grupos. En este serio viaje de investigación, mis ojos recorren repetidamente la pestaña de Fotos y Vídeos de nuestra web. Es el alimento base para toda necesidad de masturbación y una lucha constante contra mi fantasía invasora y mi juguetona bragueta. ¿Hay un grupo de apoyo para esto? Hola, me llamo Alex y en los últimos 37 minutos no me he masturbado en el despacho de mi casa.

¡Incesantes reclamos a la masturbación!

Si cedo a la fantasía, la diversión ha ganado y el trabajo ha perdido: 1-0. ¿O es al revés? Las pausas me producen un efecto de limpieza y reenfoque como cuando me tomo un café o me siento frente al piano durante diez minutos para relajarme. Desafortunadamente, llego a la conclusión de que no trabajo más que cuando deambulo por una galería llena de primitivos llamamientos a la copulación, de insinuaciones sexuales primarias y secundarias que me suplican, desafían, asombran y hasta me perturban.

¿Qué nunca folles en el trabajo? A la mierda con el "Nunca folles en el trabajo". Esta frase seguramente no la inventó un freelance (todo mi respeto para este colectivo). ¿Cómo lo hacen? ¿Hay alguna estrategia? Estoy pensando en ponerme un cinturón de castidad y entregar la llave al departamento de personal. Y… vuelvo a la pantalla de las nalgas.

Vaya mierda, el teletrabajo. ¡Pero lo conseguiré!

 

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