La Señora

*********ouple Pareja
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La Señora
Cuando aún estábamos solteros (dícese de aquél tiempo comprendido entre el pleistoceno y los comienzos de la edad media), mi marido y yo decidimos hacer una visita a unos familiares. Estaban viviendo en un pueblo de Granada y ese fin de semana no nos salió mejor plan. Una lástima, pienso ahora, no haber abierto la relación antes para dejar de lado las aburridas visitas familiares y reemplazarlas por otras más interesantes.

Transcurrido un tiempo de la visita, cierto aburrimiento era palpable en el ambiente. Y sucede que cuando mi adorado cómplice de por vida se aburre, activa su imaginación. Subimos a la habitación donde pasaríamos la noche para prepararnos antes de salir a comer. Y noté sus ganas. Es difícil resistirse a sus grandes y fuertes manos, a su rostro fino y bien perfilado, a sus enormes ojos verdosos con esa mirada que desnuda y devora la piel sin tocarla. Con esa lengua juguetona e inquieta que conoce a la perfección cómo extraer con precisión la miel de todos mis labios. Y cuando se suelta el pelo... Su esbelto y alto cuerpo, donde esa cascada de rizos negros acaricia suavemente sus hombros para culminar por debajo del pecho, es digno ejemplo ilustrado de alguna novela de Maxwell. Y todo ello, más otra serie de características que dejaré a la imaginación de quien lea estas letras, me hace sentir la mujer más afortunada del mundo por compartir nuestra vida juntos. Se acercó a dándome un beso. Dos. Y al tercero le miré, sonreí y le aparté suavemente de mi cuerpo (el cual tenía ya aferrado por la curvatura de la espalda baja).

• "Venga cariño, que vamos a llegar tarde". Le dije.
• "Ya, pero es que he visto que dentro de ese armario hay una cajonera elevada donde podría sentarte y pegarme un buen aperitivo contigo..."

Negué con la cabeza mientras sonreía y le hice un gesto con la cabeza hacia la puerta. Me respondió alzando la mirada y haciendo una mueca divertida antes de salir.

Llegamos a un bar con nuestros familiares. Se celebraba la feria del vino en aquél entonces. Nos dejamos empapar por la algarabía que nos rodeaba. El ambiente festivo animaba a disfrutar de la vida, a sentir la música y a dejarse llevar probando esos caldos. Un plato de jamón y queso presidían la mesa junto a una botella de vino blanco. A pesar de estar entrando el otoño en aquél día, aún no hacía el frío suficiente como para no degustar ese exquisito verdejo fresquito. Terminamos la botella y pasamos a la siguiente. Ahora tocaba un tinto, ribera de Duero crianza si mal no recuerdo, para hacer honor y brindar por una parte de mi ascendencia. Asimismo, otras suculentas tapas de distintos tipos de carnes a la parrilla, sus salsas y por supuesto, no podía faltar un pincho de tortilla de patatas. No entraré a la discusión de si era con o sin cebolla, ya que en ese momento noté que los efectos secundarios de la ingesta de vino se me estaban subiendo ligeramente a la cabeza. Acontecimiento del cual mi amado esposo también se percató.

Postres. Siempre hay un hueco para los postres. Y como a nadie le amarga un dulce, tuvimos la sensata idea de acompañarlo con un vino dulce. De esos que tienen fama en mi tierra. De esos que cuando los tomas pierdes la noción del tiempo y el espacio, y que pueden hacer que cualquiera se teletransporte de un lugar a otro. Me fijé que en la etiqueta había una señora de mirada fija, pelo negro largo y un traje de flamenca rojo con motas blancas. El vino estaba para morirse: fresco, dulce, untuoso, con un sabor intenso a uvas pasas de esas que reciben durante días interminables el efecto del sol malagueño. Ese sol que dora la piel, que nos da esa característica singular a los que hemos tenido la fortuna de nacer en la tierra que ilumina, y que lo transforma todo en pura alegría. Y yo, tras dos copas, era el avatar, representante y estandarte de dicha alegría.

De camino a casa, mi marido me miraba de reojo mientras se reía.

• "Vaya, vaya, con La Señora..."
• "Ah, ¡venga ya! Déjame ya en paz". Le dije mientras me reía.

A pocos metros de la casa, entre bromas y hablando sobre lo bien que nos lo habíamos pasado, sucedió la magia: ¡La magia del teletransporte!

Me encontré de nuevo en la habitación en la que pocas horas antes estuvimos a punto de follar como bestias, cumpliendo con la sana costumbre que tenemos de hacer. Sólo que en esta ocasión ya no habría excusas ni piedad. Me encontré con él comiéndome la boca a besos y quitándome la ropa con desesperación. Mi inusual fragilidad fue evidenciada como consecuencia del vino, cuyo sabor dulce aún impregnaba mis labios. Esos labios que me besaba, me mordía y por los que introducía su lengua para jugar con la mía hasta dejarme casi sin aliento. Una vez desnuda, delante de él, se quedó quieto mientras me miraba, de arriba a abajo. Le tuve que resultar deliciosa en esa estampa ya que probablemente tendría las mejillas enrojecidas, dándome un aspecto tierno e inocente. Con las mismas, deslizó la puerta corredera del armario empotrado para dejar paso a su ansiada cajonera, sobre la que me sentó. Me recosté hacia atrás, intentando esquivar la ropa que había colgada, y me acomodé colocando mis piernas sobre sus hombros. Tiró fuerte de mi para darme una primera lamida de coño que hizo que mi espalda se arqueara, que mis pechos se pusieran bien firmes y que todos mis agujeros se apretasen. Dentro de ese armario hacía frío y se me erizaba la piel, y pocas cosas me gustan más que acariciar mi cuerpo mientras me devoran. Otra lamida más y mi mano derecha tuvo que tapar mi boca para que no se me escuchase gemir. Le miré a los ojos, los cuales desprendían pura satisfacción. Era como un gato relamiéndose frente a una lata de sardinas abierta sólo para él. Y prosiguió con su juego de lengua infernal, moviendo de forma muy suave al principio, como sabe que me gusta. Si algo tienen las relaciones duraderas es que te aportan el tiempo suficiente como para conocer la reacción del cuerpo de la otra persona ante ciertos estímulos. De arriba a abajo, cambió de movimiento, nunca brusco, de vuelta al clítoris. Ahí jugó con él haciendo uso de su diastema. Cuando lo atrapa y lame con su lengua, siento cómo se hincha y, cuando él también lo percibe, aumenta con más y más intensidad. Y mientras me retorcía entregada al placer de su boca, empleó sus labios para succionar, haciendo ese efecto de presión negativa que termina por ponerme a tono justo antes de correrme. Fue entonces que mis piernas temblaron sin control, mi vientre se endureció y mis muslos le apretaron fuerte la cara. Y ahí, perdida, fue que clavé mi mirada en él antes de gemir y que mis flujos empapasen su rostro con el recuerdo del dulce sabor del vino.

Sin mediar palabra, y ante la deliciosa vista de tener el vientre de su mujer dispuesto y preparado para ser bien penetrado, se bajó los pantalones con precisión y tiró de nuevo de mi exhausto cuerpo hacia él. Sin sacarme del armario, me entró con fuerza, sujetando de nuevo mis piernas. Era tal el tamaño de su erección y semejantes los ríos de miel que recorrían mis labios que no le costó llegar a dar con la pared que limita los extrarradios de mi cuerpo. Una y otra vez. Sentí como me se volvía loco en mi vicio, en mi tormenta, en mis ganas. Mi humedad le envolvía y empapaba, sintió como mi vientre le atrapaba. Una tras otra le encajé todas las embestidas que me dio. Gotas de sudor le recorrían la frente del esfuerzo de sujetarme y reventarme contra la maldita cajonera al mismo tiempo. Sus manos ya no sabían donde agarrar, ya que la boca no le llegaba a mis pechos en esa postura, pero ninguno la queríamos cambiar. Y se me ocurrió apretar el vientre para hacer más presión sobre su polla en lo que mi gesto ya no era el de "niña buena, sumisa e inocente", sino el de la mujer descarada, viciosa y lasciva a la que no le encuentra semejante, a la que no puede dejar de amar. Clavé mis uñas a su espalda y me acerqué para decirle un par de palabritas al oído. De esas que no esperas que te digan. De esas que a cualquier hombre le gusta escuchar. Y fue tal la excitación, que sin darme cuenta sentí cómo todo su calor me invadía. Comenzó a correrse, impregnando todo recoveco que pudiera quedar libre de mi útero. Sentí sus palpitaciones en lo que me clavaba la mirada y jadeaba de placer. Me inundó de tal forma que al salir pusimos todo perdido a su paso. A mi cara de asombro, con los ojos como platos fijos en él, le acompañó mi lengua relamiéndose los labios. Llevé una mano a mi coño, impregné mis dedos de nuestros jugos y me los relamí uno a uno, asegurándome de que entendiera lo mucho que eso me gusta.

Ambos, abrazados en la cama, decidimos que deberíamos asistir a algún evento etnológico de vez en cuando para rememorar los efectos que tuvo La Señora en nosotros. Y tras ello, tremenda fue la siesta que nos pegamos.

¡Chin-chin!
*******_23 Hombre
530 Publicación
En dos palabras: Im-presionante.
Cómo nos haces partícipes de esos preciosos momentos de complicidad y lujuria.
Y cómo animas a seguir escribiendo y deleitándonos con nuestras fantasías realizadas.
Por muchos vinos con final feliz!!🍷🍷
*******520 Pareja
511 Publicación
Caray!!!!
Con el vino que tiene Asunción....

Ojo, libar en peueños sorbos produce efectos muy deseados...

Chin chin
*cheers*
******r63 Hombre
1.977 Publicación
Felicidades @*********ouple , me ha encantado sobre todo ese comienzo en el pleistoceno y la lástima por no abrir antes la relación. Y por supuesto luego el desarrollo con cata de vinos incluída (muy buena opción) y esa cajonera que volvió loco a tu marido nada más verla 😂😂😂
****ura Mujer
834 Publicación
La de polvos que se pueden guardar en un armario @*********ouple , aunque estos tienen un encanto especial.
*********zaria Hombre
745 Publicación
Como decía Mariano Rajoy (que no M. Rajoy)
Viva el vinoooo 🍷🍷🍷🍷🍷🎉🎉🎉🎉
******r63 Hombre
1.977 Publicación
Pues vamos a tomar unos y celebremos 🍷🍷🍷
*******_23 Hombre
530 Publicación
Cita de *********zaria:
Como decía Mariano Rajoy (que no M. Rajoy)
Viva el vinoooo 🍷🍷🍷🍷🍷🎉🎉🎉🎉

Y las mujeres!! Que ya lo decía M. Escobar (no Manolo, el del carro) 😂
*******r2s Hombre
1.134 Publicación
@*********ouple
Chin chin 🥂🥂🥂 de intensidad propia de ti, Enhorabuena por tu relato, siempre sabes hacernos participe de la historia como si estuviéramos en ese armario, en esa cata de vino y esa degustación culinaria de infarto jejeje
Besos para ambos 💋💋💋💋
*******ero Hombre
41 Publicación
Espectacular. A mi también me ha teletransportardo 😜
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