Sueña.
Cuando la sueña en la noche, siempre la encuentra.Aparece entre sus pensamientos como una amapola en un campo de trigo.
Tiene esa forma de moverse que no puede evitar seguirla con la mirada, como cuando estás frente al mar y te ensimismas con el ir y venir de las olas.
Sueña que la alcanza y percibe el aroma de su cabello, que se le antoja a jazmín.
Que ella le mira, le sonríe y le lleva de la mano hasta sus sábanas.
Sueña que sus manos se pierden por su blusa y acaricia sus pechos, que se adivinan dulces y suaves.
Que ella desliza sus manos sobre él, mientras la desnuda y la recorre con mil besos por toda la piel.
Soñarla con su cuerpo sobre él le estremece, y se ve así mismo enredado con ella, desatados como dos animales que no saben por dónde empezar a devorarse.
Ella le araña suavemente, le muerde juguetona y le pide que la abrace fuerte.
Agitado, aún sin despertar, el sueño se precipita hacia el final.
Se aferra a su imagen cogiéndola por las caderas y cree escucharla susurrando su nombre al oído entre gemidos de puro gozo.
Y cuando el placer le invada, su imagen se desvanecerá y la volverá a perder entre el trigo hasta que vuelva a anochecer.