Lola vuelve a Lesbos
"Me enamoré, Athis, de ti, hace mucho tiempo.Y me parecías sin gracia, como una pequeña niña.
Sé que más tarde alguien se acordará de nosotras.
Como el viento desenfrenado que en las montañas cae sobre los bosques,
el amor estremece mi ser.
No puedo decidir: hay en mí dos almas.
Hiciste bien en venir, pues te anhelaba y desfallecía por este deseo que incendia mi alma".
Safo de Lesbos
Lola y Petra atendieron de buena gana la petición de Víctor. Amorradas al mar,
apoyadas en la baranda del balcón, repasaban las luces del puerto. Víctor apenas
levantó las minis para proceder al examen de tangas. Rojo el de Petra, subrayaba un
culo apetecible: negro el de Lola, acentuaba un culazo comestible.
--Estáis divinas. Seguro que os podréis comer las pollas que queráis --dijo el novio
de Lola, sonriendo--. Aunque recuerda, cariño, que tu tienes la barrita en casa --
añadió, mirando a su querida peluquera.
--Ay, la barrita, la barrita… ¿ no sabes que ésta no tiene suficiente con una barrita ?
Ni con una barraza… ¿ a qué no. tía ? --inquirió Petra, mientras las dos amigas se
dirigían a la puerta del apartamento.
• Petra me conoce bien, cariño, pero tú, tranquilo, que tu “ pizza “ será lo último que
probará mi boca esta noche --acabó sobrada Lola, antes de cerrar la puerta del
apartamento, y dejar a Víctor solo y acompañado de sus pelis porno y su botella de
Havana.
Era Petra la que conducía. Lola podría bañarse en ron, desmelenarse y follar sin
límite. Las esperaba una pista de baile, reguetones y tíos guapos a los que frotarse.
--Tía, como está el segurata...a ver si me lo puedo tirar cuando esto cierre--. Lola
sabía a lo que entraba en la disco.
Acechantes, las dos lobas se fijaron en un par de veinteañeros que las desnudaban
desde la barra. Allí fueron para pedir los cubatas de Havana.
--Estás muy buena, cariño –atacó el moreno.
--Tú tampoco estás mal, espero que tu polla haga juego con tus músculos --respondíó
con naturalidad Lola. Ella iba a bailar y a follar. Era sincera consigo misma y con los
tíos. No quería perder tiempo en dar satisfacción a su coño.
A punto de meter su lengua en la boca del niñato, la peluquera giró de golpe su cara a
la izquierda.
--¡ Lola, tía, cuánto tiempo!
Una voz llegaba del pasado para estallar en el cuerpo de la peluquera. Luisa había
sido la entrada de Lola en el reino de Lesbos. Era un bello efebo con vulva. Y a la
peluquera lo que le atraía era la belleza, la física y la de las ideas.
Se habían conocido diez años atrás. Veraneaban en la misma urbanización, a pocos
quilómetros de la Costa Brava. Acostumbrada a catar multiples lenguas y pollas, la
joven Lola se encontró una Luisa que empezó a hablarle de poesía escrita por
mujeres y acabó comiéndole el chocho y el culo. Fue la primera vez que la bella Lola
oyó mencionar a Safo, la poetisa griega, y la isla de Lesbos. Sintió, ¿ quién lo hubiera
dicho ?, deseos de hacer el amor con una mujer. Sí, hacer el amor, no follar, que era
lo que hacía contundentemente con los machos. Descubrió que el amor sáfico, el
amor entre mujeres, era suave, ronroneante, romántico, poético...AMOR.
--¡ Luisa, tía, qué alegría !
Lola se olvidó del niñato y se coló en los ojos verdes de aquel efebo femenino. Fue el
culo de Lola quien tuvo la idea de dirigirse al lavabo, pero con la intención de ser
degustado por la lengua de Luisa. Y es que el sexo anal volvía loca a la voluptuosa
Lola.
No hubo palabras, sólo confabulación para adentrarse juntas en el baño de la
discoteca. Pero fue primero la vulva la degustada por la boca de Luisa. Apontocada
en la taza, de pie, los pezones de la muy hembra se erizaron cuando el clítoris, la
uretra, los labios de su vulva sintieron la boca dulce y contundente de Luisa.
-- ¡...Dios...qué gusto...qué suave... aaaaahhh !-- La cabeza de la peluquera comparaba
inconscientemente el cunnilingus de su amiga con el de los tantos tíos que le habían
comido el coño, prometiéndole un cielo de placer que, por fin, estaba
experimentando.
El cuerpo de Lola dio media vuelta y su espléndido culo se ofreció a la lengua de su
amiga, que se introdujo sin dudarlo en el ano, separando con las manos las nalgas de
la muy hembra. Ávida de las esencias femeninas, la seguidora de Safo apretaba su
boca contra el orificio de la amiga, mientras ésta acariciaba, con su mano izquierda,
el cabello corto y rubio de la convencida lesbiana. Por un momento las nalgas se
sintieron recorridas por la lengua de Luisa, pero fue el ojete sexual de Lola quien la
hizo gritar…
• - ¡ Me corro, tía, graaacciiaasss….!
Los ojos de Lola no encontraron a Petra en la pista, tampoco en la barra. La
compañera de correrías no había perdido el tiempo, y estaba siendo penetrada en el
interior de su coche por el cipote contundente de un niñato italiano. La pizza italiana,
la pasión de Petra.
La peluquera aprovechó para recordar las tardes con Luisa. Horas de confidencias,
conocimientos, emociones…
--Luisa, me acuerdo ahora de un poema que decía algo así.…” Hiciste bien
en venir, pues te anhelaba..”. ¿ Cómo seguía, tía, te suena ?
• Sí --respondió la bella lesbiana--. Me gusta que te acuerdes.. Se trata de unos versos
de Safo y continúan “ ...y desfallecía por este deseo que incendia mi alma “.
--Aprendí mucho contigo, cariño – se sinceró Lola--. Me gustan mucho los tíos, pero
siempre recuerdo la suavidad de tu cuerpo y todo lo bello que me enseñaste. Nos
tenemos que volver a ver.
--Sí, me gustaría mucho --dijo Luísa
--Tía, ahora vivo en pareja. Te molará mi novio. Es profesor de literatura en un
instituto. Ah, y me despierto cada día con el mar delante. Estamos en un apartamento
frente al mar. Me tienes que visitar --acabó la bella mujer, con la esperanza de volver
a ver a su antigua amante.
Víctor se había pasado la noche entre el ron Havana y Angela White. Le encantaba la
belleza clara y nívea de la actriz porno australiana. Había disfrutado de muchos de
sus vídeos. Esa noche veía como la ninfa de ojos celestes y culo y pecho
contundentes lamía el chocho de una rubia con cara de niña y cuerpo de negra.
El tercer cubata lo tenía adormilado. No oyó la puerta del piso que se abría ni los
pasos de Lola, que estaba justo a su espalda.
--Vaya, vaya, cariño, me encanta como esas dos julandronas se devoran. Veo que te lo
has pasado bien aquí solito --dijo Lola.
Y el profesor sintió, como en un sueño, una boca experta que le lamía el pene con
delicadeza y amor. No notó su corrida, que la bella Lola sumió en el fondo de su
espléndido cuerpo.
Una noche más los dos enamorados compartieron lecho y fantasía.