El helado

****are Hombre
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Autor de un tema 
El helado
Vaya calor… Hemos estado un rato por el parque hasta encontrar un banco libre donde comer los helados tranquilamente. El único que estaba a la sombra no tenía las mejores vistas; justo en el borde del parque, mirando a la calle llena de tráfico, al otro lado los edificios del barrio, un bar de los de antes, un par de lonjas vacías y una lavandería junto al callejón lleno de cartones.
Un par de trivialidades y la conversación, como viene siendo habitual, empieza a llenarse de dobles sentidos y “obscenidades” encubiertas.
─Mírame ─digo y veo el deseo en tus ojos. Seguro que tú también en los míos. Sin decir nada más acercamos nuestras cabezas y nos besamos. Tú lengua, fría por el helado, sabe extraordinariamente bien.
─¡Oh, mierda! ¡El helado! ─exclamas de repente.
─¿Qué? ─y lo veo: una de las dos bolas de tu cucurucho se ha despeñado por ti, dejando su rastro por tu escote, tu vestido y tus piernas─. Joder, qué puntería…Pues voy tener que…
…que lamerte a ti.
─¿Aquí? Atrévete… ─dices entre recomendación, desafío e invitación.
Enseguida tengo la lengua en tu escote, pero, por el rabillo del ojo, veo que hay mucha gente por el parque, demasiada; así que levanto la cabeza y te miro. Tienes esa expresión de “y ahora, ¿qué?” y yo sé que no quieres que la cosa quede ahí. Sonrío. Yo tampoco.
Un rápido vistazo alrededor, miro al otro lado de la calle y te cojo de la mano mientras me levanto.
─¡Ven! ─los helados caen al suelo, o al banco, da igual.
─¿Qué haces? ¿A dónde vamos?
Cruzamos la calle esquivando los coches, pero corriendo, sin soltarnos. Hacia el callejón.
─Conozco esta lavandería, ¿sabes? La puerta que da al callejón parece cerrada pero no lo está… ─te explico y me sorprendo de que no te parezca una temeridad─. Aquí, mira.
La puerta se abre y entramos, nadie nos ve. Cerramos la puerta otra vez. Está oscuro. Solo hay un poco de luz que entra por los ventanucos elevados que dan también al callejón. Estamos en una estancia cuadrada, amplia, se oye el sonido de las lavadoras al otro lado de la pared. Seguimos de la mano.
─Pero, la lavandería está abierta, hay gente, ¿no? ─intentas aparentar sensatez y cautela, pero no te sale.
─Hay gente al otro lado, en la zona abierta a la calle. Pero esta es la trastienda donde guardan las máquinas de repuesto o averiadas ─saco el teléfono y conecto la linterna, haciendo un barrido─. ¿Ves? Aquí nunca viene nadie.
Miro tu cara. Tu expresión de susto fingido cambia a amplia sonrisa.
─Entonces ─dices sugerente─. ¿Qué vamos a hacer? ¿Me vas a lavar el vestido? ─los ojos se van acostumbrando a la penumbra y veo que tu sonrisa es aún más patente. Soltamos las manos, las teníamos unidas desde el banco.
─Creo que lo mejor va a ser que te lo quites ─digo, pero te lo quito yo de un solo movimiento por la cabeza, aprovechando que, automáticamente, levantas los brazos (este vestido rojo también salió muy fácil la otra vez, me encanta esa maniobra).
─¡Jajajaaaa! ─la estridente carcajada te sale sin pensar y, como un reflejo, te llevas las manos a la boca─. ¿Nos habrán oído? ─dices con los ojos muy abiertos.
─No creo, hay máquinas funcionando─. Te miro…
Antes de conocerte, me parecía un desorbitado despilfarro gastar esas infladas cantidades en lencería… Pero ahora veo que llevas el conjunto azul de “La Perla”, esa tienda tan cara que me dijiste:
Por tu cara, sabes lo que estoy pensando. El tanga que se ajusta a tus caderas como un amante de toda la vida y el sujetador que se esfuerza (no sin elogiable empeño) en contener tu exuberancia…
…y vale la pena cada euro gastado.
Estamos a medio metro, corre el aire, a ver quién rompe primero la tierra de nadie… Levantas las cejas, lo que yo tomo como una señal para desprenderme de mi ropa.
Increíble…, mi suposición era correcta, pues mientras sale mi camiseta salen tus sandalias. Salen mis zapatillas y sale tu sujetador. Salen mis shorts y salen tus bragas. Todo con rapidez, y sin apartar la mirada, como en una carrera. Paramos de repente. Seguimos mirándonos. Te gano por un slip a nada. Eres preciosa…
Das un paso atrás, luego otro, y otro hasta llegar a una lavadora, a la que te encaramas ágilmente de un saltito. Tus pechos acusan el movimiento y me saludan con un aspaviento. Estás sentada sobre la máquina, las piernas un poco abiertas, un poco colgando. Yo aún no me he movido, tu esplendor me tiene paralizado.
Entonces levantas un pie hasta apoyarlo en la máquina, lo que abre tu tesoro ante mí, lo suficiente como para que vea separarse los pliegues interiores y atisbarse la entrada al placer.
─Ven ─dices muy bajito. Tu orden resulta ser el conjuro que deshace el maleficio que me inmovilizaba. Avanzo hacia ti, siento cada vez más intenso tu olor, tu deseo, tu pasión.
En cuanto estoy a tu alcance, lanzas una mano a mi nuca y juntamos las bocas, labios ansiosos, lenguas desatadas. Al tiempo, mis manos se van a tus tetas y comienzan a masajearlas, primero en general, luego los pezones erectos, luego otra vez en plenitud. Al notar que ya no me separo, me sueltas el cuello y bajas las manos a los bordes de mi slip, que cae el suelo. Afortunadamente, pues mi sexo pugnaba por salir y ya comenzaba a palpitar de excitación.
*
Suavemente me acerco, más y más y voy metiendo mi cuerpo entre tus piernas. Una mano en tu muslo, otra en tus riñones. Mi boca ha pasado de tus labios a tu oreja y ahora se afana en el cuello. Tú me vuelves a sujetar del cuello y con la otra mano, te apoyas en la lavadora, detrás, pues ya he cargado gran parte de mi peso sobre ti.
*
Con cada latido, mi miembro va temblando en busca de tu vagina. Está a punto de encontrarla, noto la humedad en mi glande. Una de mis manos toma su lugar y te cojo el coño con toda la mano. Muuuuy caliente. Introduzco dos dedos, hasta donde llego. Un gemido sale de tu boca cerrada, profundo, como un efecto de sonido.
Tengo la mano empapada, de tanto entrar y salir de ti. Tus jadeos, tan rítmicos, tienen una interrupción que aprovechas para hablar:
─Fuera la mano, te quiero dentro de mí ya… ─entonces saco la mano, me cojo la polla, bajo la mirada y la dirijo hacia tu más placentero interior. Me gusta verla entrar, con dulzura, facilidad, despacio, centímetro a centímetro…cuando la mano ya molesta, la suelto y sale disparada hacia dentro con un espasmo.
─Aaaaahhhhhh… ─dices─. Sííííí… ─mientras arqueas la espalda y vuelves a meter la lengua en mi boca. Noto como mueves tus caderas hacia delante para sentirme más plenamente.
Muevo el culo un poco hacia atrás y… te doy un fuerte empellón metiéndola hasta la empuñadura de golpe. Otra vez, otra vez... Vuelven tus jadeos, ahora más fuertes, ahora acompañados de los míos, ahora sin interrupciones. Tus manos se van a mi culo, a mi espalda, a los hombros; se diría que no sabes dónde ponerlas, que el placer te tiene descentrada. Yo no muevo las mías de tus caderas, me gusta tenerte así, agarrada, mitad sujetando, mitad caricia.
Tu movimiento pélvico es la leche, siempre me ha maravillado esa forma tan increíble en la que mueves esas caderas. Y luego está eso de apretar tus músculos internos…es como si me la agarraras con una tercera mano…Bufffff.
Según avanza el baile, noto como vas subiendo en la montaña rusa y tú notas cómo subo yo también. Creo que estás a punto de reventar y yo acelero para llegar contigo. Echas la cabeza hacia atrás con los ojos en blanco, yo los cierro fuerte y ambos notamos como un chorro templado inunda tu interior. He acabado con un fuerte gemido, pero mantengo las entradas y salidas un poquito más hasta que tus piernas dejan de temblar. Cuando bajas la mirada y me ofreces tu sonrisa, sé que ya puedo parar…
Salgo de ti despacio y me quedo de pie, las manos en tus rodillas, las tuyas detrás, sobre la máquina. Las sonrisas de ambos se van agrandando hasta terminar en una sonora carcajada. Ya nos da un poco igual la gente de la lavandería.
─Muy-muy bien ─dices.
─Muy-muy bien ─digo y ya no soltamos ni una palabra hasta salir de nuestro cubículo, tras retomar el aliento y vestirnos.
Salimos y cerramos con cuidado, igual que hemos hecho al entrar, cogidos de la mano.
***51 Mujer
45 Publicación
Que colada más bien aprovechada...
******r63 Hombre
1.959 Publicación
Con estos calores que hace ya pensé en un heladito, pero tras los calores que me has provocado igual opto por ir a la lavandería. Alguien con ropa pendiente?
Gracias por el relato @****are
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