Redención

Apúntate los besos que aún te debo. Esos que en tu piel me saben siempre a algo nuevo. Esos que desean recorrerte cuando estás cerca o lejos.

Mi mente imagina escenarios donde te los robo sin permiso, atacando a la fuente de tus sorpresas sin previo aviso, y es que una vez me dijeron que su sabor sabe mejor cuando se dan de improviso.

Juega contigo mi lengua un baile que a ojos inexpertos podría resultar obsceno, mientras la saliva te salpica el recorrido que hago camino hacia esos rincones que no me son ajenos. Y mis papilas saborean cada rincón de tus texturas deleitándose con el gusto de lo bueno, ese que me evoca al dulzor de la miel mezclada con el del inocuo veneno.

Exclamas que estos besos son tu tortura y maldición. Que esta lengua te atrapa en tacto y palabra con su poder de seducción. Que estos labios parece que tengan como objetivo dejarte cicatrices en cuerpo y alma por obligación. Y es que no evito recordar lo que siento cuando los poso sobre tu palpable erección. Esa que me trastorna, que me incita a bordearla para jugar mientras te miro a los ojos iluminados con absoluta devoción.

¡Mírame! 

Mírame mientras te reclinas para sufrir los efectos de esta condena eterna que nos vincula sin dar atisbo de terminación. Deja que mis labios jueguen y chupen lo que egoístamente considero mío hasta que tus manos se aferren en vano al colchón. Porque de esta no te salvas, y que el de arriba se apiade de tu alma, porque yo no voy a concederte el perdón. 

Porque contigo siento la necesidad de darle rienda suelta a mi imaginación. Esa que se activa cuando siento tu perfume y el implacable sonido de tu voz. Y es que cuando haces acto de presencia, enciendes un haz que abrasa mis entrañas como si fueras el mismo Sol, desencadenando mis más profundos demonios sin encontrarle una explicación. 

Entiende...

Que mis oídos quieren escuchar cómo los jadeos entrecortan tu respiración. 
Que mi hambre quiere verte inclinar la cabeza hasta que al cielo alces tu mentón. 
Que mi deseo quiere darte castigo hasta oírte suplicar que a tus sentidos les otorgue la redención. 
Que mi condición quiere clavarte la mirada hasta que sobre la piel sienta las gotas perladas de tu bendición.

Te quiero, y te quiero con locura. Y sueño, sueño contigo mientras entre tinieblas vuelvo a encontrar ese resquicio de ternura que me mantiene con vida en este mundo carente de cordura.



∞!