Adiós al lenguaje
Cuando una relación termina muere también un lenguaje. Un lenguaje de mínimo alcance, apenas conocido, normalmente de dos únicos hablantes. Ese lenguaje siempre deriva de una raíz común y nace de forma espontánea. Pese a ser tan poco hablado, puede llegar a evolucionar rápidamente y alcanzar una complejidad y riqueza lexicográfica notable. Los pocos hablantes son, por el contrario, muy activos e incluso reivindicativos: no vuelven a comunicarse con el otro hablante en una lengua que no sea la propia. Si tuviera que definir qué es el amor diría que es la creación y custodia de un lenguaje común.En las rupturas sentimentales que he tenido lo que más me ha dolido ha sido la pérdida de ese lenguaje, pues ya se sabe que ningún lenguaje puede existir con solo un hablante. Lo echo de menos por encima de la soledad, de las ilusiones compartidas, del tacto y el sabor de la otra persona. Para recordar esos momentos felices siempre lo hago en nuestro idioma.
Al final la vida nos convierte en un museo de lenguas muertas, a la búsqueda de un nuevo lenguaje.