Canciones que son historias (quizá para no dormir).

****ld Hombre
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Canciones que son historias (quizá para no dormir).
La canción es de 1990 (lo he tenido que buscar). Recuerdo que en su momento vi el vídeo en algún programa de la tele de la época y al joven de imaginación sin límites que era yo por entonces le pareció que aquello era lo más, en especial la voz de Christina Amphlett en ese puente antes de los estribillos del final. Conseguí grabar el vídeo en una cinta VHS y todo, con intenciones non santas.

En tiempos del YouTube, es uno de esos vídeos que no canso de ver y escuchar. Me sigue pareciendo una auténtica declaración de intenciones.

La vida, un día, me puso delante de una mujer que, mutatis mutandis, me vino a decir lo mismo. El cerebro activó el sueño del adolescente y aunque lo que sucedió entre ella y yo queda entre nosotros, diremos que se tocó a sí misma igual que yo la toqué y viceversa y más.


****Si Hombre
1.846 Publicación
No conocía este video, como dicen por ahí y así era daba para paja en los 80 sin duda!
****ld Hombre
334 Publicación
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Susanna Hoffs, una de las integrantes de The Bangles, sacó este vídeo también en el 90, así que el avisado ya sabe por dónde van los tiros. Recuerdo de The Bangles cuando triunfó el Eternal Flame, porque en Gomaespuma hacían coñas con el éxito del tema. Es cierto que era bastante blandengue como canción, pero tenía su aquél. La cuestión es que yo no sabía que la cantaba Susanna Hoffs: ni quién era, ni cómo era, ni nada.

Recuerdo que este vídeo lo grabé de la tele en VHS, y que la presentadora, una joven de pelo corto, acababa diciendo "como la cama de Susanna Hoffs" y a mí, eso de la cama de Susanna Hoffs, me ponía.

La canción es moñonceta también porque la muchacha lo vale, pero tiene un par de detalles que al joven que fui le ponían palote. Obviamente no vale decir que Susanna, en aquellos tiempos, era una belleza aunque para mí lo fuera. Son otro tipo de detalles: el momento en el que canta ella sentada en el suelo, parece que vestida solo con una camisa; el hecho de que toque una Rickenbacher en esa cama deshecha; el baile raruno del solo con la camisa...

Creo que todo viene por el momento camisa. Es una imagen que me resulta altamente erótica desde que tengo memoria erótica, y más si la camisa es mía. Tuve la suerte que tener como pareja durante una temporada a una mujer maravillosa, aunque reducida en altura, a la que mis camisas le quedaban de camisola de dormir del siglo XVIII.

Esto, combinado con que pasamos ejercitándonos en las artes del placer y del deseo muchas noches en precarias habitaciones de hostal (cosas que pasaban cuando a dos les daba el calentón sin opciones de espacio donde refrescarlo), llevó a que durante aquellos maravillosos años (¡qué gran serie!) tuviese la suerte de tener una mujer encamisada, únicamente tela contra piel, lo suficientemente cerca como para reconocer que en pocas ocasiones quedó la cosa en el típico polvo rápido y apasionado: en cuanto ella decía "voy al baño" y se ponía mi camisa a modo de batín, a la vuelta me encontraba presto y dispuesto a nuevas hazañas, solo con esa visión.

¡Juventud, divino tesoro!



****Si Hombre
1.846 Publicación
Si , la canción tiene un punto moña, ya la conocía , pero tiene su encanto. Como lo tiene ese mito erótico de chica con tu camisa en bragas (o sin ellas).

Y no tenido , que yo recuerde, ningún encuentro así....
****ld Hombre
334 Publicación
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Vale: no es una canción tal cual, sino solo un trozo y, además, el del solo de bajo. Tradicionalmente se ha presentado ese momento como el destinado a ir a la barra a por otra, salir a echar un cigar o, en estos días de crisis moral y espiritual, consultar el teléfono móvil.

Entiendo que el que compre una entrada para un concierto de Jeff Beck quiere al guitarrista superdotado el ciento por ciento del tiempo, pero... Beck es un señor que sabe muy bien cómo funciona este mundo y, si se ha llevado de gira a Rhonda Smith, por algo será.

Ella es buena, muy buena, con el instrumento: sin segundas. Técnicamente impecable, melódicamente solvente... una profesional como la copa de un pino que ha tocado con medio mundo y tiene su propia carrera. Pero, incluso los grandes, son humanos.

¿Lo que pasa en Río, debería quedar en Río? No lo sé, pero es una suerte que esto alguien lo registrase en vídeo. No sé la historia detrás de esta maravilla de solo, quizá no por lo musical, sino por lo que lo rodea.

Viene esto, primero, a que quien no conozca a esta artista canadiense pueda investigar (casi comenzó su carrera con Prince, ojo. Si uno recuerda cómo tocaba la guitarra el artista después conocido como Symbol, ya se puede hacer una idea del nivel de los que buscaba para acompañarle).

Segundo, para disfrute del respetable. En mi caso, pese a no ser canadiense ni tener el nivelín Manolín extraordinario de esta señora con el instrumento y mucho menos la sensualidad insultante de sus provocaciones sexuales, cada vez que veo el vídeo recuerdo la primera vez que toqué en una sala con gogós porque, por hacer la gracia, se me ocurrió (pero esto fue casi a mitad de los noventa, el concierto es unos veinticinco años posterior) fingir que me masturbaba con el mástil de la guitarra que en ese momento usaba, con el resultado de una ejecución del tema lamentable, el desprecio infinito de las gogós (estaban en unas jaulas como a dos metros y medio de altura, a unos dos o tres del escenario) y el agresivo "gilipollas, ¿qué coño haces?" del guapito del micro que no sé si volvió a hablarme desde entonces.

Diré que éramos unos niñatos, que hacíamos un pop con más voluntad que acierto, que las muchachas eran gogós de discoteca, obligadas por el dueño de la sala a soportar nuestro desconcierto con público... en fin, todo muy triste. Como soy de querer tener la conciencia tranquila, en el descanso me fui a disculpar con las chicas, que tenían destinado una especie de armario escobero como camerino propio.

Llamé a la puerta, no oí respuesta, volví a llamar, siguió sin haber respuesta, pensé algo así como "¿se habrán largado?" y decidí abrir la puerta achinando los ojos para adecuarlos a la penumbra de aquel cubículo enano con poca luz para encontrarme, prácticamente delante de mi careto de niñato, las tetas de una de ellas. Estaban las dos sólo con la braguilla, descansando de la presión de la parte de arriba del bikini danzador, echando lo que eran talmente un par de dos papeles entre risitas.

• ¿Quieres un poco? - me preguntaron los pezones que me había quedado embobado mirando, mientras su portadora, a modo de autómata, alargaba el brazo del canuto hacia mí.

Como no fue lo único que se alargó en aquel momento, musitando un "perdón, perdon" entrecortado, cerré el archivador de bailarinas y, mientras escuchaba sus carcajadas, me miraba la entrepierna tratando de que se me disimulara algo la erección antes de volver a la sala.

En fin, dejemos de llorar. Disfruten de una de las mejores descripciones musicales de lo que es follar cuando ella sabe lo que quiere: te calienta, te posee, te lleva y te revienta con un orgasmático final. Bien por todas las ellas de este mundo, y más si tocan el bajo.


****Si Hombre
1.846 Publicación
Uauuuuuhhh desde aquel concierto de Joe Zawinulen el el bajista tocaba con guantes no había visto tanta energía y pasión en solo de bajo.

Y si muy Prince el tema!!!
****ld Hombre
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Cita de ****Si:
Uauuuuuhhh desde aquel concierto de Joe Zawinulen el el bajista tocaba con guantes no había visto tanta energía y pasión en solo de bajo.

Conozco a Joe Zawinul en Weather Report con Jaco Pastorius de bajista, pero desconozco a qué haces exactamente referencia... y me gustaría conocerlo. ¿Algún enlace?

(Gracias de antemano).
****Si Hombre
1.846 Publicación
Tuve la enorme suerte de ver a Joe Zawinull en un festival de jazz al que fue invitado por radio 3 y todos los músicos que llevaba eran muy jóvenes excepto el propio Joe

Y entre esos músicos sobresalía un bajista negro bastante alto con guantes blancos que le sacaba un sonido al bajo increible eh la verdad es que era un espectáculo verlo tocar
****Si Hombre
1.846 Publicación
Por cierto el invitado por radio 3 fui yo no Joe. Fue un concierto increíble era se supone que lo que estaban haciendo era jazz pero tenía la fuerza y la intensidad de un concierto ya no de rock sino de heavy o de nu metal era brutal
****ld Hombre
334 Publicación
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Y entre esos músicos sobresalía un bajista negro bastante alto con guantes blancos que le sacaba un sonido al bajo increible eh la verdad es que era un espectáculo verlo tocar

A ver si con tiempo y paciencia doy con la referencia. Lo de los guantes es lo que me descoloca. Ojalá.

tenía la fuerza y la intensidad de un concierto ya no de rock sino de heavy o de nu metal era brutal

Es que a partir de los 60 el jazz se volvió loco, maravillosamente loco...
****ld Hombre
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Autor de un tema 
"Vem" es un tema del disco O Espírito da Paz, de 1994: el primer tema que escuché de Madredeus, la razón de que comprase el disco y después toda su discografía en la voz de Teresa Salgueiro.

El tema es delicioso por la letra, es delicioso en los arreglos y es delicioso en la maravillosa voz de Teresa. Reconozco, porque yo soy así, que es uno de los temas que más de una vez me hacen saltar la lagrimita.

Vem es la razón de que viajase a Lisboa la primera vez porque, a raíz de este disco de Madredeus, di en trabar amistad con una portuguesa, en aquellos momentos estudiante universitaria (ojo, yo también) que no solo me tradujo las letras de Madredeus sino que me abrió la mente al universo de la poetisa Florbela Espanca y el cuerpo a la satisfacción de nuestros ardores con una naturalidad para mí desconocida. Fue la primera mujer con la que me acosté al poco de conocerla (mis relaciones habían sido hasta ese momento con amigas de largo recorrido), sin que eso signifique menoscabo de la virtud de nadie.

Resultó que ella estaba estudiando cuarto de su licenciatura en mi universidad, por el programa Erasmus (que era relativamente reciente: yo ni lo conocía), con lo cual vivía en un piso de estudiantes. Todas mis amigas sexuales hasta la fecha eran residentes en casa de sus padres, como yo mismo, así que aquello de que alguien pudiera tener un sitio sin control parental era fantástico. Encima resultó que estudiaba en la clase de una amiga mía, se hicieron amigas, entró en el grupo de amigos, organizamos cenas en su piso de estudiantes... En fin, lo de la juventud de nuevo.

La primera vez que estando en su casa, viendo una película de vídeo en el sofá toda la pandilla, me susurró al oído "vem" y me guió de la mano no sólo para enseñarme su cuarto sino también su cuerpo desnudo, mi mundo se paró y estuvimos conociéndonos como sólo se conocen dos amantes a los veinte años. Cuando salí de su cuarto era de día y allí ya no quedaba nadie.

La bronca que me cayó en casa por no aparecer en toda la noche es harina de otro costal y, sin duda, me la gané enterita. Entiéndase: no había internet, móviles... Tu madre se levantaba temprano un sábado, veía tu cama sin deshacer... y no podía pensar más que en desgracias. A partir de ahí, para ahorrarme problemas, comencé a desarrollar una importante afición por el monte que me llevó, de cara a la parentela, a pasar casi la mitad de los fines de semana de acampada...

Me gasté buena parte de lo que conseguía buzoneando publicidad en hacerme con el disfraz adecuado: mochila, chirucas, chándals varios, una tienda de campaña... para desaparecer un viernes en casa de mi amante portuguesa y volver el domingo con cara de cansado y necesitado de recuperar fuerzas.

Ella terminó el curso, aguantó el verano y a finales de agosto se marchó para Lisboa, a terminar la carrera. Yo acabé mi licenciatura ese mismo verano, porque ella era un año menor... y más o menos por estas fechas, rondando mitad de octubre, hacía mi entrada -con mochila y tienda de campaña- gracias al billete más barato que pude encontrar (y que me costó casi todo el dinero que tenía en ese momento y bastantes gritos en casa a pesar de mi calidad de recién licenciado con la que, sin duda, podría ganarme la vida donde fuese) para el Expreso Madrid-Lisboa, en la estación de Santa Apolonia, Lisboa, Portugal.

Ella era de Lisboa, así que... vivía con sus padres. Descubrí pronto que lo de la tienda de campaña no era una gran idea para dormir en grandes ciudades. Ella consiguió que me dejaran quedarme de gorra en el piso de estudiantes de una amiga suya. Follamos bastante aquellos primeros días en la habitación de la amiga, llamamos la atención no sólo del casero -que quiso subirles el alquiler-, sino de otro de los estudiantes que estaba haciendo el doctorado, ella pasó a follar bastante con el futuro doctor, yo nunca llegué a hablar muy bien portugués con lo cual dejé de follar bastante, no tenía curro ni iba a conseguirlo, no tenía dinero a no ser que lo robase, no conocía a nadie, el amor de mi vida me gritaba sus orgasmos desde la habitación de otro tío, porque yo allí no tenía habitación, pasaba las noches en el sofá...

Para primeros de noviembre, con el rabo entre las piernas y sin tienda de campaña y gracias a que mis padres supieron siempre que aunque yo era bastante imbécil no era necesariamente mala persona, consiguieron hacerme un giro postal y la estación de Santa Apolonia me vio partir a bordo del Expreso Lisboa-Madrid.

Al año siguiente desapareció ese tren y entró en funcionamiento el Tren Hotel Lusitania, en el que he hecho el resto de viajes a tan hermosa ciudad (excepto alguno en avión, pero es que lo del tren tiene su encanto), cada vez por un motivo distinto, y nunca por motivo de los amores locos de la juventud.

Aun así, cuando Teresa Salgueiro canta "Vem", la melena que viene a mi mente no es la suya sino la de mis recuerdos desnudos, al resonar en mi cabeza ese primer "vem" que me dijo una portuguesa en vivo y en directo, en mi oído, y sí, a veces se me cae una lagrimilla por el recuerdo del amor fugaz de la juventud irracional... pero también por el agradecimiento al amor infinito de mis padres que me dijeron "ven" en un giro postal a pesar de mis muchas idioteces.


****Si Hombre
1.846 Publicación
Cita de ****ld:
Y entre esos músicos sobresalía un bajista negro bastante alto con guantes blancos que le sacaba un sonido al bajo increible eh la verdad es que era un espectáculo verlo tocar

A ver si con tiempo y paciencia doy con la referencia. Lo de los guantes es lo que me descoloca. Ojalá.

tenía la fuerza y la intensidad de un concierto ya no de rock sino de heavy o de nu metal era brutal

Es que a partir de los 60 el jazz se volvió loco, maravillosamente loco...


Lo he encontrado!!

https://www.tomajazz.com/clubdejazz/conciertos/zawinul_madrid.htm
****ld Hombre
334 Publicación
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Lo he encontrado!!

Gracias infinitas.

*bravo*
****ld Hombre
334 Publicación
Autor de un tema 
Pese a lo obvio del playback, la sensualidad y expresividad de Astanova al piano es reseñable. No piense el ocasional lector que jamás tuve la fortuna de conocer a nadie ni remotamente parecido en lo virtuoso (musical, no sé si también moral) o físico a la bella Lola.

El tema viene a cuento por tres cuestiones: piano, mar, y mujer enérgica totipotente y decidida.

Mar, naturalmente, porque habiendo nacido en el Mediterráneo, como decía otro, difícil es que tarde o temprano no tuviera importancia el vecino azul del este en la vida de uno. Piano, menos naturalmente, pero sí cronológicamente, porque el primer instrumento que toqué fue el piano, el primer día de clase de ídem, con ocho años y la enorme ilusión de mis padres en la mochila. Ya no volví a clase, aunque mi padre pagaba todos los meses la cuota y yo no volvía a casa hasta que se hacía la hora de que terminasen las clases. Pero no volví a entrar y no volví a tocar un piano hasta bastantes años después, ya más asentado, para estudiarlo a mi manera y darle un uso más lucrativo que académico.

Mujer enérgica totipotente y decidida... ¡Ay! Feliz de aquél que las encuentra en su camino. Algunos de mis amigos más cercanos dicen que no existen, pero haberlas haylas y yo soy afortunado porque varias de ellas he tenido la suerte de que decidieran compartir parte de su tiempo conmigo.

En este caso, además de morena como Lola, también tocaba el piano. No como ella, naturalmente, o jamás nos habría puesto en contacto un amigo común para que le diera algunas clases particulares: esa fue mi época lucrativa de pianista. Jamás la vi vestida de azul, pero sí en la playa y mojándola las olas. Tenía el tono de piel más oscuro que Lola y, al taparse únicamente con un bikini de crochet casi blanco aún se realzaba más su moreno. Aunque en aquel momento no lo llamábamos así, el "six pack" que definía su vientre lo usábamos en la playa para apoyar las latas de cerveza, evitando que se pringasen de arena. Bebía casi tanta cerveza como yo y, aun así, jamás le conocí el mínimo rincón no tonificado en su anatomía.

Con aquella mujer enérgica que, además del piano tenía intereses en artes suicidas como la escalada, diversas disciplinas circenses e inexplicables barcas a remo, compartí un par de meses de clases antes de pasar a compartir cena tras las clases, copa tras la cena y cuerpos tras la copa.

¿Era bella como Astanova? ¿A quién le importa? Era totipotente y decidida, y cuando toda la energía que le sobraba decidía quemarla contigo, te dejaba siendo un montoncito de ceniza. Con ella descubrí que el sexo con una atleta, si ella así lo decide, puede ser de un sufrimiento extremo para el carente de su entrenamiento. Ya no es cuestión del aguante que pueda tener o de los alardes posturales que pueda llegar a exigir, sino que su propio cuerpo, cuando endurece su musculatura en la tensión sexual, puede llegar a ser potro de tortura o cama de faquir, lo que cada uno prefiera. Ahí descubrí que un puntito de dolor puede ser tremendamente excitante y placentero... siempre que no se convierta el puntito en puntos suspensivos y/o raya directamente.

Ella, totipotente y enérgica, también era decidida en la cuestión de regalar placer, y únicamente en un par de ocasiones tuve experiencias cercanas a la muerte debido al muy diferente desarrollo físico de ambos: la primera vez que hicimos un 69, que casi me asfixió con sus muslos al dejarse llevar por las convulsiones del placer, y la primera vez que me masturbó porque, decidida a hacerme sentir placer, apretó y aceleró tanto que casi salgo de su casa en ambulancia.

Era una mujer encantadora que estuvo un rato en mi vida, nos reímos muchísimo, nos quisimos aún más, nos despedimos y nos perdimos la pista. No sé si acabó tocando el piano decentemente, pero de sus andanzas atléticas sí que aparecía de vez en cuando alguna reseña en los diarios locales. Así, continué viéndola unos años más que ella a mí, aunque fuera impresa su impresionante figura musculada, hasta que el paso del tiempo hizo que dejara de ser reseñable su vida deportiva.

Pero cuando una mujer enérgica toca decididamente el piano, y más si es morena y se moja y está a orillas del mar, a mí me recuerda a aquella alumna que tuve de piano que fue profesora de tantísimas otras interesantísimas cosas que aprendí de ella.

Por cierto, siempre pensé que en este vídeo es una pena que se note tanto el playback. Lola Astanova sabe tocar de veras, no es una pose para grabar... pero claro, a ver quién arruina un piano de verdad para tres minutos de canción.


****ld Hombre
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La canción, para variar, es viejuna y, además, la letra es bajonera. A mitad de los noventa, grunge de por medio, estas cosas parece que molaban. La estética de Natalie es encantadora y, para variar, no era ni la única ni la primera en vestir así de desenfadada.

Torn tiene una de las imágenes que, para mí, es de las más potentes cantada por una mujer: la idea de la desnudez en el suelo, fría y avergonzada. Tiene ese punto de vulnerabilidad brutal, la desnudez, la vergüenza al sentirse observada por el que mira desde arriba, el frío de no tener el abrigo esperado... Muchas opciones (¿es un cadáver, la mujer fría en el suelo?, ¿el desamor, recordando momentos anteriores y de pronto la nada? ¿hay un alguien -el que observa- que ha sido el motivo de la desnudez y sin embargo no presta el calor, con su carga de desprecio...?)

Cuando pienso en mujeres desnudas en el suelo, suelo tener imágenes de cuerpos cálidos ofertándose al exceso, un tanto provocadores, mostrándose accesibles al que observa y es, de normal, observado y deseado desde el piso. Como bien muestra el vídeo, ayuda que el suelo sea de madera, o de esos termo activos o de alfombras mullidas y calentitas, en ese tipo de situaciones. Eso es así, a no ser que estés en Valencia y sea agosto.

Sería el año de Torn, porque hace ya bastante, y la juventud propia y el espíritu de los tiempos, permitía que ciertas cosas pudieran hacerse. Ella ni tenía el pelo corto ni del color de Natalie, y en mi mediocre bisoñez, a mí no se me ocurriría ponerme un jersey sin una camisa debajo a modo del jovenzano del vídeo, pero sí que éramos ambos más o menos de la edad de Natalie, así que a mí siempre que escucho esta canción me viene a la mente aquella joven mujer y aquel verano en el que tras una noche de fiesta por la ciudad me quedé en su casa a dormir. La idea era realmente dormir, nadie se confunda. Yo tenía la calenturienta intención de amanecer amándola de forma sublime, pero a aquellas horas y con lo que llevábamos en el cuerpo, a los dos nos daban las fuerzas lo justo para dormir.

Así que nos acostamos en su cama, unipersonal o de 90, como se prefiera decir, porque su casa no era suya, sino de unos padres que estaban ese fin de semana en el pueblo. Naturalmente, a ella jamás se le ocurriría mancillar el lecho del matrimonio progenitor, cosa que hoy -por confesiones de amigos heridos en su orgullo de padres- parece ser que a más de uno y de una sí se le ocurre. Dos en una cama estrecha en agosto. En Valencia. Sin aire acondicionado, porque en aquellos años no éramos tan exquisitos. Creo que no hace falta más para explicar que a los cinco minutos ella se levantó para llevar un ventilador a su cuarto que, pese a los segundos iniciales, tampoco solucionó el problema. Así que, desnudos de cintura para arriba como estábamos ambos, tomamos la sabia decisión de buscar en el suelo el frescor que nos negaba el colchón.

Ya sé que cualquier persona con dos dedos de frente le habría dejado a ella la cama y se habría ido al suelo él, o al sofá, o a cualquier otro sitio. Diré en mi descargo que (1) íbamos un poquito perjudicados etílicamente hablando y (2) nunca me dio esa opción y uno, cuando está en casa ajena, hace lo que se le dice y no marea demasiado al anfitrión. O anfitriona, en este caso.

Así que al suelo que nos fuimos y descubrí que, si bien era más duro que el colchón, también estaba mucho más fresquito y tenía ventajas importantes como la de ayudar en mi caso a despejarme de la tontuna cubatera y, en el caso de ella, despejarse de la tontuna cubatera y mostrarme unos fantásticos pezones endurecidos. Sus pechos eran del tamaño ideal según mi forma de entender el mundo y el despertar de la fuerza, en su caso, hizo nacer en mi mente una nueva esperanza.

Por algún motivo me pareció correcto no esperar hasta la mañana siguiente para el amor sublime, así que me acerqué a ella por su espalda, la abracé cerrando mis brazos sobre sus pechos y pude notar su piel suave y tibia pegarse a la mía. Con un "mmm" de aprobación de su boca, me hizo saber que valoraba positivamente la erección que me provocaba su cercanía y su habilidad con las caderas, presionando mucho antes del invento del actual perreo sobre mi entrepierna con su culo. Poco a poco llegó el momento de pasar a los besos, a las caricias, a descubrirnos en el deseo de manos, bocas, ojos, piel y sexos, y el calor ya no nos lo causaba el mes de agosto, sino la excitación mutua. Quedamos totalmente desnudos, me puse un condón.

Ella se me ofreció, piernas separadas, para la penetración. Lo hice, me hundí en ella, y al hacerlo noté su incomodidad. A la orden de "tú abajo, yo arriba", invertimos la postura. En cuanto se dejó caer sobre mi polla lo entendí. Toda mi espalda me hizo saber que los colchones son más blandos que las baldosas por algo. Aun así, ella estaba disfrutando, dirigiendo las penetraciones mientras yo acariciaba su clítoris. Pensé que podría aguantar hasta que ella se corriese, cosa que obviamente no ocurrió. Ni su corrida ni mi aguante. Igual pude estar un minuto sintiendo los huesos de mi espalda irse quebrando cada vez que ella buscaba su placer con mi miembro, pero poco más. Posiblemente ni eso.

A la sugerencia de "en cuatro, a perrito", ella me desmontó y adoptó la postura precisa. Igual conseguimos estar otro minuto hasta que las rodillas nos recordaban que el suelo es duro y que por algo se inventaron las camas. Esa noche no follamos más que esos ratos de dolorosos intentos absurdos. Me quité el condón y nos tumbamos a dormir en el suelo fresco, maravillosamente desnudos. Y sí, ninguno de los dos pensó que igual podíamos usar la cama el rato del sexo, o para el perrito, que no nos daría tanto calor. O el sofá. O lo que fuera. Éramos jóvenes, felices y medio borrachos. Con eso bastaba.

Al amanecer retomé mi proyecto de amante sublime. Le desperté besando su sexo, noté su cuerpo reaccionar, el mío también... Descubrí que solo tenía el condón de la noche anterior. Descubrí que no te puedes poner un condón una vez que lo has usado y tirado por ahí. Descubrí que ella tenía resaca. En fin. Era verano y dormí desnudo en el suelo con una mujer fantástica. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?



*******ICE Mujer
1.623 Publicación
Dioses!!! Pasaba x aqui a cotillear y..mis orejas estan teniendo un orgasmo musical!!!!

I touch myself es una gran cancion para mi.
****ld Hombre
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You Got It - When We Was Fab
Era el año 1989 cuando salió el disco Mistery Train de Roy Orbison, en el que se encontraba You Got It. A finales de 1988 nos había dejado el bueno de Roy. You Got It, quizá por eso, fue un pelotazo en la radio fórmula de la época. Yo era, como correspondía a esos momentos, una bomba de hormonas sin control, todavía en la adolescencia. Fue una de las primeras canciones que aprendí con la guitarra (española, por supuesto) grabándola de la radio. El inglés, que nunca se me dio del todo mal, supongo que a aquellas alturas de siglo sería más inventado que otra cosa.

La cuestión es que, de pronto, al mundo que escuchaba el pop español de la época y no los vinilos de los 50s y 60s de sus padres les comenzó a interesar un tipo que los que no bailábamos en las fiestas conocíamos de sobra, y admirábamos. Oh, Pretty Woman, para algunos, nunca remitió a Julia Roberts.

Aprendí con Roy Orbison que el tema de tener más o menos conocimientos musicales el receptor, o más o menos calidad musical lo emitido, no afectan en absoluto al éxito que un tema pueda tener. Por un lado, porque en el mundo de los mass media, casi todo es potencialmente vendible si cuenta con la promoción adecuada; por el otro, porque muchas veces el valor de las cosas no está en la cosa en sí, si no en el sentido que le otorgamos. La cuestión del valor de uso y el valor de cambio de la teoría marxista se parece mucho a esta idea, aunque aquí más que cuestiones valorativas entramos en cuestiones sentimentales.

El caso es que el tema de Roy Orbison fue un exitazo aquel año y, sin embargo, la figura de Roy Orbison seguía siendo desconocida... por los mismos que cantaban la canción en aquellos idiolectos del spanglish que tan característicos nos eran a los que empezábamos a estudiar inglés con trece años. Como uno siempre ha sido un poco imbécil, encima me encantaba mostrar al mundo que yo sí que conocía a Roy Orbison, cuando salía el tema o sonaba en presencia de los colegas. Además de ganarme el apelativo de "El Chapas", me gané también muchos metros de distancia de las muchachas de mi cohorte etaria, huyendo del pesado que en lugar de ir, como todos, exhibiendo el desorden hormonal propio de la edad, acudía al roce con ánimo de impartir doctrina.

Lo curioso de estas cosas es que nadie es suficientemente particular como para que no haya alguien parecido en algún lugar. Coincidir en tiempo y espacio, ya es harina de otro costal, pero a veces pasa y pasó aquella vez.

Imagine usted al adolescente que yo era, guitarra española económica, hormonas revoloteando. Imagine una de esas excursiones de instituto en las que, al menos antes, permitían llevar guitarras y demás zarandajas para que los adolescentes no hicieran del todo el mal, sino que pudiera haber algún vicio sano con el que entretenerse. Y claro, en el momento guitarreo, salió quien pidió la canción de moda, o una de ellas. Y "el Chapas" soltó su movida sobre Roy Orbison... y unos chavales más allá, a la izquierda de "El Chapas", una voz femenina salía de un menudo cuerpo para explicar que Roy Orbison había participado en la grabación del primer disco de los Travelling Wilbury's, con Dylan, George Harrison, Tom Petty y Jeff Lynne, poco antes de morir.

"El Chapas" enrojeció como solo "El Chapas" sabía y sabe hacerlo, y buscó con la mirada la fuente de sabiduría de donde había salido esa maravilla de información. No teniendo ni idea de la misma y, además, pasando por beatlemaníaco y fan de Dylan, la mención de George Harrison y del trovador de Duluth hizo que mi sentido arácnido se activase. ¿Cómo, qué...? ¿Dylan y George Harrison, grabando juntos con Roy Orbison y otros dos fulanos de los que, en aquel momento, no sabía absolutamente nada? ¿Después del Cloud Nine de Harrison, que había sido un pelotazo de álbum que dejo para los restos grabado el vídeo de When We Was Fab en mi memoria emocional?

Como ya dije que uno siempre ha sido un poco imbécil, no perdí la oportunidad de sacar a relucir mi idiotez sin límites:

• No creo, porque Harrison acaba de sacar su mejor disco en años... Debes haber leído mal la noticia en la revista que sea que leas...
• Yo tampoco lo creo, yo lo sé. Porque tengo el disco en mi casa, traído por mi hermano que estuvo haciendo el COU en Estados Unidos.

La voz era delicada, la adolescente menuda y con gafas de bastantes más dioptrías que las mías, pero dentro de lo quebradizo de la parte física, su frase era de una contundencia absoluta. Primero, para los adolescentes que éramos, una pequeña lección de epistemología platónica para después atizar el mazazo definitivo. Ni noticia, ni nada: el mismísimo disco en casa, traído de los Estados Unidos, era la fuente de su conocimiento. Había salido de la caverna, había escuchado la verdad y había vuelto para contármela. Aquella tarde, sinceramente, no recuerdo qué canté o si alguien cantó con la guitarra. Sí que sé que averigüé que se llamaba Inma, conseguí el compromiso de que me grabase una cinta con el Travelling Wilburys vol. 1 y, además, terminé aquella excursión de Instituto besando por primera vez a una chica en los labios y fue a ella.

Nunca mantuvimos ningún tipo de relación sexual en el tiempo en el que tuvimos trato: éramos adolescentes y del beso recuerdo el beso, no tengo conciencia de haber intentado tocarla en ningún sitio especial ni que ella hiciese movimiento alguno en ese sentido hacia mí. Pero tengo un recuerdo muy bonito de aquel beso y de aquella chica rotunda en lo discursivo pero quebradiza en voz y aspecto físico. Y durante aquella excursión y los pocos meses que mantuvimos nuestra relación, fuimos fabulosos. Al año siguiente, ella marchó a hacer COU a Estados Unidos, se enfrió el tema y para cuando volvió, ya éramos ambos una historia que recordar para el otro.

La volví a ver en el verano de 2020, tras los confinamientos, durante aquellos momentos estúpidos en los que nadie sabía muy bien cómo nos estaban cambiando la historia. La vi y la reconocí pese a los obvios cambios experimentados en su cuerpo y en su vida, como obviamente en el mío y en la mía. Más de treinta años... imagine usted que lee. En medio de aquel infierno de mundo de 2020, en el que celebrábamos estar vivos aunque acojonados por todo lo que estaba cambiando a nuestro alrededor, la vi al otro lado de la Avenida Primado Reig de Valencia, una mañana que iba al despacho. Estábamos enfrentados, a distancia de cuatro carriles de tráfico, dos carriles bus-taxi y dos carriles bici, con isleta en el centro. Yo iba hacia el centro por la calle Almazora y ella iba hacia la farmacia que hay al comienzo de la calle Alfahuir.

Cuando se paró el tráfico comenzamos a caminar uno hacia el otro, mirándonos directamente a los ojos. El resto del mundo no estaba, sin más. Ni pandemias ni autobuses. Eran los ojos de Inma, la misma que treinta y un años antes me había besado y a la que yo había besado. Llegamos a la isleta y nos quedamos el uno frente al otro. Ella sigue siendo menuda, yo di el estirón a principio de los noventa. Sin mascarillas de por medio. Sus ojos brillaban y los míos empezaron a llorar un instante antes de que lo hicieran los suyos. En esa isleta la abracé y la besé con un beso de adolescente pese al hombre que ya era, con la ternura y el miedo y la alegría del cariño de los dieciséis años mientras a mis cuarenta y siete el mundo que había conocido se estaba yendo a la mierda. En esa isleta me abrazó y me besó con la sabiduría de la mujer que es, con la comprensión que solo las mujeres tienen, con un cariño guardado durante treinta y un años en el fondo del corazón. Posiblemente de habernos visto en 2019 no habría pasado nada más allá del saludo protocolario y las preguntas por la familia. Pero el mundo se nos estaba yendo a la mierda, acabábamos de recuperar parcialmente la capacidad de movernos libremente por la ciudad y seguían inundándonos con el pánico al otro, al contacto, a los besos...

Nos besamos sin maldad, sin lujuria, sin apetito, sin deseo... Nos besamos con la alegría del descubrimiento, con la suerte de estar vivos, de poder anclarnos el uno en el otro y decirle al mundo pandémico que se fuera a tomar por saco, que allí estábamos nosotros, que llevábamos treinta y un años en el beso y que íbamos a seguir treinta y un años más. Ese día mandé un WhatsApp a mi jefe explicándole que iba a teletrabajar porque me había levantado con dolor de cabeza y no se me iba. La acompañé a la farmacia, hizo unas compras, nos tomamos de la mano y fuimos a su casa. Al cerrar la puerta, nos besamos como los adultos que éramos.

Hicimos el amor en su cama de divorciada. Nos mezclamos todo lo habido y por haber: nos tocamos, nos lamimos, nos besamos, nos follamos, sudamos juntos, nos reímos, nos contamos nuestras vidas... Hicimos todo aquello que estaban diciéndonos que no hiciéramos. ¿Fuimos unos irresponsables? Quizá, pero estábamos vivos y decidimos celebrarlo. Fue la única persona a la que besé y toqué durante esos meses de pandemia, a excepción de la que entonces era mi esposa. Como ya no lo es, poco me importa ahora.

Treinta y un años después, seguíamos siendo fabulosos.




*********a_71 Mujer
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Bonita historia @****ld para degustar un café a estas horas y sonreír…
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