Una vivencia desagradable

Como muchas sabéis, una de las cosas a las que dedico mi propósito de vida es a crear grupos de mujeres que puedan hermanarse y expresarse sexualmente en entornos seguros. Nuestro grupo en Valencia se llama Alfa y no todas tenemos actividad swinger, cada una se expresa del modo que elige y nos comunicamos en un entorno libre de juicios.
La parte swinger de nuestro grupo, entre las cuáles me incluyo, solemos salir juntas a locales de vez en cuando. Hace poco tiempo, una de nuestras hermanas tuvo un percance en un local. En concreto se encontraba de espaldas a la puerta y entraron hombres que no habían sido elegidos ni invitados por ella para tocarla, ni mucho menos penetrarla. Al girarse se dio cuenta de que estaba entre desconocidos que la tocaban sin su consentimiento y se sintió muy mal. Como el resto del grupo estaba allí la socorrimos de inmediato y no hubo nada que lamentar salvo algo de toqueteo. Aunque fue llamativo que aquellos hombres que metieron la pata, se dieron cuenta de ello porque se marcharon del local inmediatamente sin que nadie les pidiese nada.
Lógicamente, esta vivencia puede ser muy leve o muy grave en función de la sensibilidad de quien recibe la acción. Mi amiga no sufrió un trauma, a dios gracias, le dimos apoyo y asistencia inmediatamente, pero el evento desagradable va a estar en su cabeza siempre. Y algunas veces estas cosas se magnifican y dejan huella, o bloqueos, o simplemente las ganas de no volver a un entorno en el que hemos sido muy felices hasta que ha llegado el momento malo.
Vuestra servidora, Mama Alfa, el sábado pasado preparó un juego interesante para esta chica, que por motu propio decidió volver al local. Pero yo quería darle la posibilidad de reirse, y de estar con varios hombres de un modo divertido que espantase a los fantasmas. De modo que me llevé unos geles corporales de varios sabores. El juego consistía en untarla, y que los chicos que ella eligiese se lo fueran quitando con la boca. Sabía que le harían cosquillas, que sería divertido y que la nueva imagen de estar con varios hombres en un ambiente agradable podía ayudarle a borrar mejor la mala experiencia pasada.
Se lo pasó genial. Yo me quedé en la puerta de la habitación que ella había elegido para seguir pasándole geles de más sabores y controlar que no accedieran hombres no invitados (no suele pasar tampoco pero esta ocasión requería tener cuidado).
Hubo muchos hombres mirando pero nadie molestó y todo fue genial. Yo esto lo entiendo como un gesto de sororidad y desde ahí lo realicé.
Anoche, una persona humana del género masculino. Me dijo por instagram que yo estaba el sábado en el local con un datáfono en la mano, y ofrecía a otras mujeres que se metieran en algo llamado Alfa, para yo poder cobrar un precio a los hombres por estar con ellas. Y que me quedé en la puerta de una habitación para pactar las condiciones con los chicos y realizar el cobro........
Está claro que alguien que dice esto no ha entrado en un local swinger en la vida. No merece que piense en ello. Pero sí hay algo que quiero pensar hoy: qué rabia les da que controlemos cuándo, cómo y de qué modo follamos y que tengan que quedarse esperando a ser elegidos.
Qué poco les gusta dejar de "tutelar".
Y qué poquito, sobre todo, les cuesta señalar de puta a una mujer o aun grupo de mujeres porque han decidido tomar las riendas de su sexualidad.
Os lo cuento como reflexión. Aunque también se dice que cuando uno está a punto de morir es cuando más gritos va a dar, y este señoro que acusa de ese modo es posible que esté viendo en sus narices que se muere un sistema en el que ya no tiene el poder. Y a mí eso me pone, me enorgullece y prefiero que me llamen puta mil veces si sirve para que las cosas cambien aunque sea poco y aunque sepa que me moriré sin verlo solucionado.