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Sexo, drogas y alcohol

Una mirada feminista del ocio nocturno

Como sociedad, asociamos los espacios de ocio nocturno al ligoteo y al consumo de drogas (el alcohol también es una droga, sí). Por ello, es importante tener presente cómo los roles de género afectan a nuestro consumo y a nuestras formas de ligar para habitar los espacios de formas más respetuosas y que nos permitan un mayor disfrute sexual.

Por Paula Segovia


Sexo, drogas y alcohol

Paula Segovia es psicóloga, educadora sexual y futura sexóloga. Especializada en violencia de género, no monogamias y salud sexual. Kink y lgtb-friendly.

Eres sexual y tu consumo te afecta

Todes somos seres sexuados en tanto que pasamos por diferentes procesos de sexuación como es el hormonal, genético, etc. cuyo resultado final es la asignación a uno de los sexos que cada cultura contemple. Y sea como sea, con cuantas variaciones podamos incluir en estos procesos, nadie puede escapar de este proceso de sexuación que resulta, en que toda persona tiene una sexualidad en cuanto que es un ser vivo sexuado. No hay capacidad de no tener sexualidad, otra cosa es cómo se viva y cómo se exprese.

La sexualidad es un aspecto central del ser humano, que abarca el sexo, las identidades y roles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Y se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, y relaciones interpersonales.

Por tanto, y en base a estas definiciones, es difícil negar que el consumo afecte a nuestra sexualidad, y viceversa, nuestra sexualidad también influye en nuestro consumo.

 

Para ser una "buena mujer" hay que ser…

El modelo hegemónico de la feminidad construye el ideario colectivo de las características, comportamientos y sentires de lo qué es ser una "buena mujer". Este puede tener distintos matices para los diferentes colectivos de mujeres y en función de la cultura, pero si hay algo que prevalece en la mayoría de los discursos patriarcales es el rol de cuidadoras, de mediadoras, de sustentadoras del orden, responsabilizándonos así de la estabilidad de todo lo que nos rodea y de estar permanentemente disponibles para el resto. Y cualquier mujer que se salga de la norma será cuestionada, ya no solo por la sociedad, sino también por nosotras mismas.

 

Mujer, borracha y de noche

Un ejemplo claro del castigo social que recibimos las mujeres por consumir es la diferente lectura que se realiza del consumo masculino y el femenino en contextos de agresiones sexuales.

Si el agresor se encontraba bajo los efectos de sustancias en el momento de la agresión, el consumo funciona como elemento exculpatorio "no sabía lo que hacía". Pero en el caso de que sea la mujer agredida funciona como elemento culpabilizador "no deberías haber bebido tanto" (Rodríguez, Megías y Martínez, 2019).

La Encuesta sobre alcohol y drogas en España de 2018 muestra que en adultos la prevalencia del consumo en todas las sustancias (excepto de psicofármacos) es menor en mujeres que en hombres. Y es curioso porque en la adolescencia hay franjas de edad en la que las proporciones se invierten y son las mujeres las que consumen más que los hombres. La explicación a estos patrones de consumo es la interiorización de roles de género, a medida que nos vamos haciendo mayores las mujeres vamos interiorizando nuestro supuesto papel en la sociedad y dejamos de "asumir riesgos".

¿Cómo tener un sexo consentido?

Sabemos que no te han educado para saber consentir tus experiencias sexuales. Que hemos recibido una educación precaria en placer y relaciones y reproducimos esquemas del pasado y la pornografía mainstream. Por eso, en este artículo Cecilia Bizzotto te cuenta el paso a paso del consentimiento sexual.

Y este menor consumo no se debe solo a cumplir con el rol hegemónico femenino, ni a evitar el castigo social por consumir, sino también para protegernos. En el cuarto informe de Noctámbul@s en 2018 recogieron que el 91% de las chicas entrevistadas había recibido comentarios incómodos por parte de chicos, un 86% habían recibido insistencias ante un no, y un 82% habían sufrido tocamientos no deseados.

En relación con la experiencia de mujeres afrodescendientes y latinoamericanas existe además una violencia sexual específica que aumenta la vulnerabilidad, basada no solo en el machismo, sino también del racismo. Esta doble discriminación resulta en la hipersexualización y fetichización de sus cuerpos, así como en unos acercamientos más hostiles y agresivos a la hora de “ligar” (II Informe Noches Seguras Para Todas, 2020).

 

Muchas agresiones, pocos agresores

Esto es curioso porque cuando preguntaban a los hombres sobre sus conductas, sólo un 23% de los hombres entrevistados reconocen haber hecho comentarios incómodos a una mujer, y solo el 4% haber insistido después de que les digan que no. De este hecho de invisibilización de las violencias emerge el fenómeno de los agresores fantasma: y es que los datos y relatos de las mujeres muestran que se ejercen violencias en alta proporción, pero no se identifican ni reconocen hombres que las ejerzan (4º Informe de Noctámbul@s, 2018).

 

La explicación, en la cultura de la violación

En este punto se debe hacer especial mención a la cultura de la violación, que es la cultura de la normalización y aceptación de las actitudes violentas intrínsecas a los hombres cis, y que pone el foco en la actitud de las mujeres para evitar ser violentadas. Son todos los relatos que generan en las mujeres un miedo desproporcionado a la violencia sexual en el espacio público, lo cual les conduce a la falta libre de movimiento en dichos espacios ocupados históricamente por hombres. La cultura de la violación se construye sobre esa idea de que los hombres cis por su presunta naturaleza biológica "solo piensan en follar" y "tienen un deseo irrefrenable". Si estas ideas son el caldo de cultivo de la masculinidad hegemónica en la sobriedad, en la embriaguez no cabe duda en pensar que será más exagerado, pues con la impunidad que producen las drogas las agresiones sexuales se normalizan mucho más.

El SSC sirve más allá del BDSM

Por ello, es necesario que reflexionemos sobre el papel que ocupamos en los espacios y el papel que performamos a la hora de ligar para crear espacios de ocio más seguros y disfrutar de una sexualidad positiva. Recogiendo un todo poco esto, veo conveniente mencionar algo que me parece muy útil aplicar al sexo derivado del ligoteo en el ocio nocturno.

Tres principios del BDSM que valen para tu ocio nocturno

  • Seguro: es que las prácticas que hemos hablado que no vamos a hacer, no se van a hacer, ni vamos a poner presión en hacerlas. Así, a lo mejor nos vamos a casa con alguien, pero esa persona nos dice que no quiere follar y que solo quiere dormir, y es nuestra responsabilidad que esa persona se sienta segura de que cuando esté dormida no vamos a intentar meterle mano. Esto también incluye la prevención de riesgos y uso de métodos barrera. Sé que hay personas que eso de protegerse les parece aburrido, pero si las personas con las que vas a mantener relaciones sexuales no son fans de asumir riesgos debemos respetarlo y utilizar métodos barrera para protegernos.
  • Sensato: se refiere a que las 2, 3 o 5 personas que vamos a realizar alguna práctica sexual nos encontramos con capacidad razonable de decisión, no alterada por drogas y acorde a la experiencia de cada participante, sabiendo diferenciar entre fantasía y realidad.
  • Y consensuado: la diferencia con el consentimiento es que consentir es permitir que algo suceda, y considero que esto se puede convertir en dar el okay a algo que no te molesta que ocurra, pero que no deseas. Consensuar en cambio es adoptar una decisión de común acuerdo entre las partes, y nos coloca a todas las partes como sujetos activos y con poder de decisión sobre lo que estamos haciendo.


¿Qué te ha parecido este artículo? ¿Te sientes insegura cuando vas borracha? ¿Crees que el SSC del BDSM puede ayudarnos en otras esferas de la vida? ¡Te leemos, en el foro!

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