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Celos y relaciones abiertas

Consejos para gestionar los celos en no monogamias

¿Alguna vez has sufrido celos? Si es así, seguro que has sabido reconocer esa sensación desagradable, ese enfado, ese miedo y quizás también esos pensamientos de envidia o comparación... Si has notado esas emociones, este es tu artículo. Conocerás más de cerca a nuestros queridos celos y aprenderás a gestionarlos de forma sana. ¡Válido para todo tipo de relaciones!

Por Magy García Senlle

Celos y relaciones abiertas

Magy García Senlle es Psicóloga y Sexóloga especializada en Estudios de Género. Se ha centrado tanto en la atención terapéutica individual como en parejas no-monógamas, lo que compagina con su trabajo como docente e investigadora en la Facultad de Psicología, Universidad de Valencia. Este año ha recibido el Premio a la Excelencia Académica de la Comunidad Valenciana.

Antes de nada: A pesar de lo que dice el título, puedes seguir leyendo tengas o no una relación de no exclusividad. Los celos no son únicos de las no monogamias. De hecho, los sentimos también en nuestras amistades, familia o incluso en el trabajo. ¡Así que estos tips valen para todo el mundo!

¿Qué son los celos? Descubriendo al monstruo

Durante años, creímos que los celos eran un reflejo de nuestro amor por alguien, de querer que esa persona fuera solo para nosotros. Años más tarde, nos hemos movido al punto opuesto en el que vemos los celos como un mal endémico dentro de nuestras relaciones, como muestra de inseguridad personal e incluso como síntoma alarmante de control y violencia.

Pese a las interpretaciones sociales que hacemos de ellos, cuando los ponemos bajo microscopio y nos acercamos a los celos de la forma más objetiva posible, nos encontramos simplemente con una emoción más dentro del amplio espectro de emociones que los seres humanos tenemos la capacidad de experimentar.

 

Los celos, una emoción más

En este punto me gustaría aclarar que, pese a la tendencia a hablar de emociones negativas y positivas, no existen esas categorías como tal. Las emociones son nuestras reacciones a lo que nos rodea y nos sucede, todas cumplen una función, aunque solo sea la de expresión.

No hay emociones correctas e incorrectas, por lo que la carga definitoria que les ponemos a los celos como muestra de amor o muestra de control e inseguridad no es más que una interpretación que decidimos hacer como sociedad y que puede variar con el tiempo.

Miedo + enfado = celos

Partiendo, entonces, de los celos como una emoción y nada más, ¿qué tipo de emoción son? Hay muchas formas de definirlos y dependerá, sobre todo, de la emoción más saliente que esté experimentando en ese momento la persona que siente celos. En general, los celos se entienden como una combinación entre el miedo y el enfado.

Estas dos emociones primarias tienen su propio sentido: el miedo se activa ante una posible amenaza —por ejemplo, perder a la persona a la que quiero— y el enfado suele aparecer cuando no estoy conforme con lo que está ocurriendo y lo siento como un ataque —por ejemplo, sentir que mi pareja no me está respetando.

Tiene sentido, pues, des-demonizar la visión de los celos y entender que es en cierto modo adaptativo, preocuparse por perder una vinculación que te aporta aspectos positivos —cuidado, compañía, refuerzo, cariño, apoyo…— y, del mismo modo, no estar de acuerdo con aspectos de la relación en los que sentimos que no se tienen en cuenta nuestras necesidades.

Al fin y al cabo, ambas emociones movilizarán mecanismos para “reparar” la situación: el miedo tratará de evitar esa posible pérdida y el enfado nos empujará a expresar aquello que nos molesta con el fin de poder conseguir que no vuelva a suceder.

Hasta aquí suena todo muy lógico, pero cabe mencionar que la realidad no siempre se ajusta a estos mecanismos de supervivencia que traemos de serie.

Existen los miedos irracionales, donde no hay signo alguno de amenaza o esta no es proporcional al miedo vivido, relacionados muchas veces con experiencias pasadas, inseguridades o creencias sobre las relaciones.

También tenemos los problemas de comunicación y de autoentendimiento, por los cuales será muy difícil que me respetes si ni yo sé qué es lo que me molesta o cómo expresarlo de forma que construyamos una solución que no parta desde los ataques y agresividad por el dolor que estoy sintiendo.

Celos y relaciones abiertas
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Además de esta realidad en la que entran en juego muchos otros factores personales y relacionales, es importante no caer en el reduccionismo. Como decíamos anteriormente, los celos son una emoción compleja que puede entenderse de diferentes maneras según lo que estés sintiendo con más intensidad en ese momento. Aunque el miedo y el enfado explican bastante la experiencia de los celos, muchas veces también encontramos sentimientos como la envidia, el rechazo o la humillación. Se trata de emociones también complejas que, si rascamos, podemos ver cómo podrían estar fundamentadas en las dos anteriores. Con esto, lo que es necesario entender es que la experiencia emocional de los celos puede ser muy diferente de persona a persona, no solo en cómo se siente, identifica o describe, sino también en cuanto al que se hace con ella que abordaremos a continuación.

 

¿Qué hago con ellos? Ni se crean, ni se destruyen, se transitan

Los celos, por su naturaleza de emoción, son un estado, es decir, son transitorios y no permanentes.

No son un rasgo ni una característica personal. Cuando se habla de personas celosas, probablemente se pueda explorar la complejidad del hecho analizando las creencias sobre el amor y las relaciones, que condicionarán los límites que para esa persona puedan existir en una relación, pero también, como decíamos antes, otro tipo de factores personales como su historial relacional y las experiencias pasadas, o su propia autoestima e inseguridades. También el tipo de vinculación en la que nos encontremos puede despertar inseguridades y tocar límites que ni nosotros mismos sabíamos que teníamos.

Así pues, del mismo modo que no hablamos de una persona feliz, sino de una persona que en un momento dado y bajo unas circunstancias específicas está feliz, los celos son un estado de ánimo que se activa ante determinada constelación de situaciones, valores y características personales y relacionales.

 

Hacer pequeño al monstruo de los celos

Por tanto, sería conveniente hacer aún más pequeño al monstruo de los celos: no viene para quedarse. Como la ansiedad que hemos podido sentir antes de un examen o la tristeza después de un mal día, los celos también pasarán. No les demos más poder del que tienen.

Aun así, sentir celos no es agradable, y es probable que aunque sepas que acabarán por disiparse, quieras hacer algo para poder rebajar la intensidad emocional que estás sintiendo, sobre todo por las consecuencias que esto tiene.

Muchas veces, actuamos guiados por nuestras emociones, lo que ocasiona, en este caso, estilos de comunicación más agresivos, conflictos con la pareja, o incluso conductas autodestructivas. Cuando nos estamos sintiendo así, poco espacio tiene tú yo zen diciéndote que “esto también pasará”. Sentimos que no podemos convivir con nuestra propia cabeza, incluso a sabiendas de que la mayoría de los pensamientos que estamos teniendo son completamente irracionales, nos volvemos nuestro peor enemigo.

Si una persona a la que quieres estuviera triste, ¿qué tratarías de hacer por ella? Cuida de ti de la misma forma en la que cuidarías de los demás, con la ventaja de que nadie te conoce mejor de lo que tú te conoces. ¿Un baño de burbujas? ¿Una película de disparos y sangre? ¿Un libro? ¿Llamar por teléfono a esa persona confidente? ¿Salir con alguien?

Recuerda que la finalidad de todo esto no es reprimir ni olvidarte de tus celos, sino transitarlos, hacer que su intensidad baje, relativizarlos, y poder volver a escucharte cuando tu cabeza esté hablándote en vez de gritándote.

 

El autocuidado por bandera

Ante cualquier emoción, contrariamente a lo que se cree, el primer paso es escucharla. Si sé lo que estoy sintiendo, es más probable que vaya a saber qué necesito.

Piénsalo de este modo: cuando escuchas a tu cuerpo y tienes necesidades fisiológicas, sabes qué necesitas. Cuando tienes hambre, necesitas comida, cuando tienes sed, agua, y cuando tienes sueño necesitas dormir. Siento decirte que las emociones no son tan claras, y que probablemente la respuesta no sea universal, pero explorar qué necesitas ante cada emoción te ayudará a proporcionarte aquello que te ayude a transitarla.

Aquí me gustaría remarcar la diferencia entre querer y necesitar. Una emoción me puede hacer querer algo, pero ¿qué es lo que realmente necesito? Para ello, puedes tratar de preguntarte: ¿qué me va a hacer encontrarme mejor?

 

Los celos en pareja: “somos parte de un mismo equipo, no rivales”

La otra gran parte de la gestión de celos es probablemente la que se realiza en pareja. Con tanta demonización de los celos parece que nos hemos olvidado de que es un conflicto que estamos teniendo en el contexto de una relación.

Últimamente, parece que la persona que experimenta los celos sea la que tenga que lidiar con ellos a solas. Solo nos falta encerrarla en una habitación a hacer cuarentena. ¡A lo mejor hasta le ponemos una mascarilla al salir!

Es evidente que los celos requieren un gran trabajo personal, pero también hay cabida para el trabajo interpersonal. Los celos a veces pueden enfrentarnos, a culpar al otro por lo mal que me estoy sintiendo, a tener miedo.

A veces llegamos a hacer demandas percibidas como irracionales y que creemos que serán efectivas, pero que probablemente solo sean prohibiciones o limitaciones de la otra persona. Por ejemplo: “No quiero que quedes más con esta persona”. Este tipo de peticiones no nos dejan enfrentarnos a nuestros miedos ni confiar en nuestra pareja, lo que a la larga puede desgastar la relación y hacer que las demandas vayan cada vez a más, porque le estoy dando la razón a mi miedo.

 

Sumar, sí. Restar, no

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Aquí es donde entra una regla que he bautizado como sumar, sí; restar, no. Con esta regla puedo entender qué tipo de demandas es factible que pueda hacerle a mi pareja para gestionar mejor los celos.

Si estoy sintiendo inseguridad, puedo pedir reaseguración y refuerzo, no es un delito. Esta reaseguración debe ser algo que me (nos) sume. Por ejemplo, que me llames después de quedar con otra persona para hablar de nuestro día —y no para controlar qué has hecho— puede hacernos conectar como pareja.

Sin embargo, un tipo de reaseguración que te (nos) reste sería pedirte que dejes de hacer algo, como ver a otra persona, lo que probablemente te despertaría emociones desagradables que podrían acabar repercutiendo en nuestra relación. Obviamente, estas sumas y no restas deben darse dentro de los límites y acuerdos establecidos y/o (re)negociados en una relación. Poco a poco, es probable que no necesites estas reaseguraciones porque, precisamente, exponiéndote a aquello que te da miedo, entenderás que tu pareja sigue ahí y te sigue queriendo, y que eso que te daba tanto miedo no ha supuesto un cambio en vuestra relación.

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Experiencias & opiniones


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