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Tuve que abrirme de piernas para hacer arte

La historia de cómo me enamoré de mi coño gracias a una escultura

Nuestras vulvas son unas olvidadas, ya lo sabemos. Hasta hace veinte años, el clítoris se estudiaba mal en las escuelas de medicina. Nuestros genitales aparecen en contadas obras de arte, mientras que las esculturas de pollas abundan. Nuestros coños han sido olvidados por el arte, la ciencia y por nosotras mismas. Por eso, son tan necesarios proyectos como el de Viktoria Krug, artista, bióloga y reconocida escultora de vulvas. ¿Te gustaría ver la obra que hizo con mi coño?

Por Cecilia Bizzotto en colaboración con Viktoria Krug, creadora de Vulvarium.


Tuve que abrirme de piernas para hacer arte

Cecilia Bizzotto es socióloga, portavoz y creadora de contenido para JOYclub. Divulga sobre sexo y placer desde un enfoque feminista, fomentando una visión desestigmatizada de las fantasías y las sexualidades alternativas.

¿Qué pasa con los coños en el arte?

El arte griego está lleno de penes. A los antiguos les encantaba decorar sus casas con falos esculpidos en madera o terracota, a las que atribuían significados místicos y que utilizaban como amuletos de protección. De hecho, todos los héroes exhiben sus pequeñas pollas colgando de esculturas de mármol. Y, en la actualidad, las calles están plagadas de su representación más moderna: los grafitis de pollas. Es más, si te digo: “dibújame una polla” te bastan un par de trazos para representar esta reconocidísima figura. Las pollas, queridas y queridos, dominan el mundo.

Pero… ¿Qué pasa con los coños? Según la experta en género Jane Caputi, para los griegos, las vulvas eran signos de obscenidad, “mientras el falo era deificado, su equivalente simbólico femenino [...] se estigmatizaba en todas partes".
Después de la Venus de Willendorf en la era antigua y a excepción de algunas estatuillas griegas de Baubo (que corresponden a una especie de bufona irreverente que baila y enseña el coño para hacer reír a los dioses), nuestros coños no volvieron a tener protagonismo en el arte hasta el siglo XIX, cuando Gustave Courbet hizo su obra más censurada: “El origen del mundo” (de hecho, Instagram nos la censuró en pleno siglo XXI).

Desde entonces, el arte poco a poco ha ido admitiendo a una nueva protagonista: la vulva. Ahora sí que hacemos obras con coños y es entonces cuando entran en escena artistas como Viktoria Krug.

¿Te gustaría tener tu propia escultura de tu vulva?

Tuve que abrirme de piernas para hacer arte

Viki ha sacado un KIT DIY DE VULVA CASTING para que puedas hacerlo en tu propia casa y con tus propias manos. Con este kit DIY podrás sacar dos moldes, por lo que podrás compartirlo con tu amigx o pareja, hacer una escultura de tus pechos, una obra con tu vulva en reposo y otra con tu vulva excitada… ¡Vamos, que da mucho juego!

¡Tengo un coño para esculpir en mármol!

Siempre había querido tener una escultura que honrara mi vulva. Por eso, salté de alegría cuando me llamó Viktoria Krug, una de las artistas más reconocidas en el sector de las esculturas de vulva. Viki, artista y bióloga austríaca, tiene un estudio itinerante con el que recorre toda Europa en busca de coños que quieran convertirse en obras de arte.

Así que este verano, Viki se trajo a Barcelona su equipo de Vulvacasting. Allá fuimos al encuentro, mi coño y yo, ambas con muchos deseos de protagonismo.

¿Cómo es el proceso de hacer una escultura de tu coño? Muy sencillo. Primero de todo, Viki te invita a ojear un hermoso libro: Gynodiversity: Un atlas ilustrado de la variación genital femenina. Más de cien páginas de coños expuestos a todo color, mostrando la increíble variedad de vulvas existentes: con labios externos más pequeños, clítoris diminutos, enormes capuchones, más oscuros o llenos de pelos; de mujeres embarazadas, jóvenes o ancianas… Tropecientas vulvas hermosas se abren ante ti para que reconozcas la diversidad y abraces tu individualidad.

 

Luego de devorar cada página del libro, conversar con Viki y elegir el color que tendría mi escultura, fuimos al lío. Para ello, te despatarras, colocas tus labios y tu clítoris en su posición más favorecedora y ya estás lista para el retrato. Ahí es cuando Viki te echa un ungüento fresco (¡Qué maravillosa sensación, tener el chocho fresquito en verano!) que está hecho con alginato obtenido a partir de algas, totalmente vegano y respetuoso con el PH de la piel. Viki explica que es el mismo material que utilizan los dentistas para sacar moldes de la boca y hacer aparatos dentales, por lo que si vale para la boca, vale para el coño.

A mitad del proceso, la artista coloca unas láminas de yeso encima del alginato para que la “toma de impresión” (así se llama a la copia negativa de tu vulva) quede bien dura y resistente.
A los 15 minutos, retira el material fresco que deja una sensación hiper-agradable (ese día yo tenía la regla, por lo que el alginato ese me supo a masaje vulvar). El resto del proceso que sigue hasta que obtienes una hermosa escultura pintada con los colores que hayas elegido, lo hace ella en su estudio. Es la magia oculta de la artista.

Tuve que abrirme de piernas para hacer arte
 
 

Enamorada de mi coño

Para mí, este proceso de esculpir mi coño, fue de lo más terapéutico. La realidad es que, como muchas mujeres, he vivido de espaldas a mi vulva. Rara vez me he enfrentado a la imagen que devuelve el espejo cuando la miro y siempre acabo desviando la mirada.

Nunca me ha gustado. Es demasiado diferente a esas que aparecen en el porno, tan recogiditas y minimalistas ellas... Mi coño es asimétrico, mi coño tiene un labio interno que sobresale por encima de todo. Mi coño está tripulado por un clítoris que a veces se vuelve enorme. Mi coño tiene pelos que lo embrutecen. A mi coño le salen granitos, no es rosado ni pálido, sino más bien parece tostado por el sol. Mi coño NO es lo que pensé que debía ser un coño.

Así que el mero hecho de hojear el libro de Viki, ya fue un paso importante. Reconocer que mi vulva era una más en ese enorme muestrario de diversidades, me hizo sentir aliviada. Luego, normalizar la situación de que una absoluta desconocida acariciara mi coño con un ungüento frío, fue muy diferente a todas las otras veces que he expuesto mi vulva. Ella, que solo sale a la luz en momentos eróticos o ante la frialdad de una ginecóloga, que la maltrata como si no supiera lo que siente un coño. Pero, fuera de la esfera del sexo o la medicina, nunca había enseñado mi coño.

Hablamos con Viki de cómo los hombres se muestran las pollas, ya sea por curiosidad, amistad, exhibicionismo o simplemente en los urinarios públicos. De cómo ellos normalizan su imagen y reflexioné: “¿Por qué nosotras no nos enseñamos los coños con naturalidad y desenfado? ¿Por qué mis amigas y yo no hemos hecho ese ritual de unión a través de nuestros genitales?

Tuve que abrirme de piernas para hacer arte
 
 

En el recibidor de mi casa, te saluda la estatua de mi coño.

Pero, el momento definitivamente terapéutico para enamorarme de mi coño y dejar de desviar la vista de él, llegó cuando recibí un paquete de Austria. En ese paquete, Viki había enviado mi hermosa escultura pintada de un color rosa brillante.
Estuve mucho rato embobada, recorriendo con la yema de mi dedo cada detalle de nuestra obra. Y me acordé de todas las veces que he desviado la mirada de mi coño, de cómo lo he maltratado con agresivos rituales depilatorios, de cómo nunca le digo palabras de amor. Me di cuenta de que mis compañeros sexuales conocen más mi coño que yo, que evoco en mi mente una imagen de mi coño muy distinta a cómo es.
Ahora, frente a esa escultura rosada, me di cuenta de lo hermoso que era el retrato. Y, si el retrato era bonito: ¿Cómo no iba a serlo mi vulva, la modelo?

Así que ahí está ahora mi vulva, en el recibidor de casa. Cuando llego, nos saludamos la una a la otra. Ya no la escondo ni de mí misma ni de los demás. Ya no la odio, ni la olvido, ni la rechazo. Ya no la imagino distinta. Gracias a Viki, me enamoré de mi vulva.

Tuve que abrirme de piernas para hacer arte
 

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